Los descubrimientos de Gottman y Clifford en la búsqueda de la solución de conflictos intrafamiliares
John Gottman de la Universidad de Washington y Clifford Notarius de la Universidad Católica de América, junto con sus colaboradores, han estudiado por cerca de 20 años el fenómeno de cómo la pareja resuelve sus conflictos. Gottman focaliza su trabajo más en la fisiología y la psicología mientras Clifford centra su atención en los modos de expresión. De estudios hechos en común y otros por separado han logrado resultados que sorprenden por su verificación con otros realizados en diferentes partes del mundo, tales como Australia, Alemania, Países Bajos y Nueva Zelanda.
1. Las parejas con escenas de peleas repetitivas, con fuertes agresiones verbales y diferentes manifestaciones de cólera, no tienen más peligro de divorciarse que otras. 2. La frecuencia de las relaciones sexuales no tiene nada que ver con la estabilidad armónica del matrimonio. 3. Las divergencias que surgen entre los esposos no se arreglan con el tiempo; al contrario, se agravan. 4. Las grandes pasiones de los primeros años no constituyen garantía de una unión durable. 5. La similitud de carácteres o de opiniones no son garantía para una relación estable. 6. La infidelidad no conlleva la ruptura definitiva de la relación.
Así mismo Gottman y Notarius concuerdan, a partir de su estudios, que las relaciones sólidas de pareja se distingue de las relaciones frágiles en la forma como sus miembros asumen y solucionan sus conflictos y diferencias cuando estos aparecen.
En las relaciones frágiles surgen largas secuencias de actitudes negativas de las cuales no se puede salir; se empieza con un problema muy simple, que se une a otro simple y otro más simple hasta desencadenar en la formación de un problema de magnitudes incalculables y difícil resolución. Mientras, en las relaciones sólidas las escaramuzas son cada vez más frecuentes, más cortas y más centradas en la solución del problema.
Lo anterior toma su real forma al analizar los cuatro factores, que estos investigadores han señalado como los más relevantes para que un conflicto no llegue a solucionarse; y que, por su gravedad en la relación han denominado Los Cuatro Caballeros del Apocalipsis: la crítica implacable, el desprecio, la actitud defensiva y el repliegue sobre sí mismo. La interpretación que se hace de un simple hecho va a modificar significativamente las emociones y actitudes: los integrantes de una relación frágil atribuirán siempre al otro la razón del problema y jamás al azar o a sucesos externos mientras los miembros de una relación sólida tratarán, mutuamente, de excusar al otro colocando la causa del problema en el exterior. El grado de confianza instaurada entre los miembros de una relación permite predecir el grado de solidez de la misma: a mayor confianza mayor estabilidad y duración. La forma como los miembros de una relación se acuerdan de su pasado y de sus primeros encuentros predicen también la estabilidad y duración: a mayores y específicos recuerdos mayores índices de estabilidad y solidez en la relación. El despliegue emocional al afrontar la discusión es factor que señala el desenlace; los cambios en la presión arterial, sudoración, y otras manifestaciones autónomas van en contra de la solución adecuada de un problema. Por ejemplo, cuando las pulsaciones cardiacas pasan de 100, el hombre se vuelve incapaz de escuchar.
Los descubrimientos de Gottman y Clifford aplicados a la solución de conflictos en otros campos de la familia
De los descubrimientos de estos dos autores surgen nuevos aportes para la aplicación en la solución de conflictos en otros ámbitos, donde la relación es vivida por personas que tienen que compartir por vínculo natural o social. Si extractamos los postulados obtenidos al observar la relación de pareja y los ubicamos en cualquier relación familiar tendremos:
1. Las relaciones familiares donde hay peleas continuas, se vocifera fuertemente y se manifiestan actitudes de cólera no tienen más peligro de desintegración que aquellas donde esta situación no es frecuente.
2. Las relaciones que se entablan al interior de una familia son convenciones propias de ésta y no convenciones generales para todas las familias.
3. Las divergencias entre los miembros de una familia no las arregla el tiempo; las diferencias las arregla la voluntad de solución de sus miembros y en el mismo momento en que surgen.
4. La estabilidad en la relación que se tenga en una familia al presente, no es un factor de garantía para señalar que hacia el futuro no se tendrán conflictos e inconvenientes intrafamiliares.
5. La similitud de caracteres o de opiniones en los miembros de una familia no son garantía para pronosticar una relación familiar armónica y estable.
6. No existen relaciones lo suficiente inviolables para que ocasionen la ruptura de una relación familiar.
Formas para asumir en la solución de conflictos familiares
1. Solucionar un conflicto a la vez; no aplazar su solución, no importa que tan sencillo aparezca. No mezclar la solución de un conflicto con la de otro, ni mezclar conflictos para obtener una sola solución.
2. Si se desea llegar a solucionar un conflicto se debe evitar: Criticar y/o despreciar al oponente y asumir actitudes defensivas o evasivas ante el conflicto.
3. No atribuir la razón del conflicto al oponente, buscar la razón en el exterior.
4. La confianza entre los miembros de una familia es fundamental si se desean mantener relaciones familiares armónicas y duraderas.
5. Una buena relación familiar está marcada por los la facilidad con que se recuerda el pasado. El recordar con nitidez y claridad eventos del pasado, vividos juntos, permite predecir el grado de armonía y durabilidad de las relaciones familiares.
6. Solucionar problemas en momentos de alteración emocional no es conveniente. La ira y demás manifestaciones emocionales no permiten solucionar adecuadamente un conflicto; a cambio lo complican.
Como mediar en la solución de conflictos familiares
La negociación o solución de conflictos forma parte de la vida cotidiana de toda persona. Siempre y en todo lugar, donde compartan personas, se van a encontrar obstáculos para el cumplimiento de los objetivos trazados. Esto se da porque unas personas, tal como las otras, también tienen objetivos precisos, y desean cumplirlos, y quizás no sean los mismos que los trazados por aquellas inicialmente. Es ahí donde se hace necesario un acuerdo, para que las partes en conflicto no sientan que están cediendo ante sus pretensiones y puedan seguir adelante, salvando el obstáculo creado por los intereses particulares.
La grandeza del buen mediador está en que el acuerdo logrado debe satisfacer los intereses de ambas partes, debe ser durable y altamente socializante; esto es, procurar mejorar, o al menos conservar, las buenas relaciones entre las partes implicadas.
Quien vaya a mediar en un conflicto familiar debe seguir como regla lo siguiente:
1. Identificar el problema: Se debe preguntar sobre los orígenes del problema, la forma como se manifiesta el problema; describir hechos reales que lo representan y las ideas que se tienen sobre el problema.
2. Crear hipótesis: Enmarcar el problema en un marco que le permita explicarlo y dar posibles causas del problema; así mismo, que le permita vislumbrar la falta de algunos elementos para la posible solución.
3. Identificar intereses: No siempre los intereses verdaderos, motivos del conflicto, se ven con claridad. Así como no todos los intereses que en un principio parecen irreconciliables lo son finalmente.
4. Buscar y formular alternativas de solución: Casi nunca lo primero que se nos ocurre es la única solución a un conflicto; por tanto debemos esforzarnos por encontrar alternativas hasta para las ideas que se muestran irremplazables y demasiado posibles. La mejor forma de hacer esto, es presentar varias ideas y no permitir su juzgamiento mientras no se tengan agotadas las alternativas. Otra forma puede ser la de consultar personas expertas en el tema en discusión.
Lo importante para que haya negociación es que exista el interés de hacerlo. Esto se aprecia cuando una parte procura apreciar el problema desde el punto de vista que lo aprecia la contraparte; cuando las partes muestran con claridad sus verdaderas intenciones y no las ocultan por temor a salir mal libradas en la negociación; cuando dejan de ver en la otra parte al culpable del problema y se centran más en las soluciones que pueden aportar las dos; cuando se muestran sinceras en sus intervenciones; cuando logran concluir que muchos de sus temores no eran más que especulaciones y no amenazas reales de la contraparte; cuando hay aporte y aceptación de soluciones de ambas partes de forma equitativa y cuando las propuestas de acuerdo no sacrifican los valores y principios de ninguna de las partes en conflicto.
Lo anterior se logra sólo cuando hemos hecho “un pare” para analizarnos como seres emocionales, comprendiendo y reconociendo que muchos intereses, que suponíamos racionales, no dejan de ser más que manifestaciones de sentimientos. Es beneficioso para la solución del problema que en la negociación podamos manifestar a la contraparte las emociones y aceptar la manifestación emotiva del rival mas no por eso debemos tomar una decisión en base exclusiva de ello. La manifestación de emociones debe servir más como una purga para luego tomar las decisiones mas adecuadas.
La negociación por cooperación permite acuerdos duraderos y satisfactorios a las partes en conflicto. Por tanto, se recomienda que al negociar se vaya lento, se trate de que haya confianza sin conceder demasiado, identificar asuntos que incluyan elementos claramente cooperativos, separar los elementos cooperativos de los competitivos, comenzar con asuntos altamente cooperativos, aclarar y discutir las diferencias que hay en las prioridades, Proponer muchas alternativas y discutir cada una de ellas como una posibilidad, no como una solución final, elegir la alternativa que equilibre la calidad objetiva o la aceptación mutua, escuchar respetuosamente.
Al igual que las partes, el ambiente de la negociación es fundamental para llegar a un acuerdo sensato, por tanto se recomienda un ambiente de cordialidad y evitar en alguna medida tanta formalidad, la indiferencia, el antagonismo y la agresión.
Importancia del manejo las actitudes en la solución de conflictos familiares
La actitud es la forma como cada persona responde a alguien o a algo. Una actitud se compone de tres elementos: lo que se piensa, lo que se siente y lo que se manifiesta. Usted puede tener una actitud muy particular hacia las relaciones familiares; puede pensar que son necesarias en su vida, sentir que son difíciles de llevar y actuar sumisamente ante sus padres. Por eso decimos que la actitud está compuesta por el componente cognitivo (pensamiento), el componente emocional (sentimientos) y el componente comportamental (conducta).
No siempre estos elementos están en consonancia y puede suceder que exista contradicción entre ellos. Es factible que alguna persona piense que la infidelidad no tiene inconveniente alguno, sienta celos al ver a su pareja con un rival y bajo ninguna circunstancia actuar de forma infiel.
El porqué una persona tiene una actitud determinada hacia algo o alguien todavía no es muy claro. Algunos dicen que les enseñaron a pensar, sentir y actuar de tal manera ante determinado evento. Otros dicen que la urgencia de satisfacer sus necesidades los obliga a pensar, sentir y actuar como lo hacen. Lo cierto es que en ambos casos siempre se les está dando la oportunidad de que cambien sus actitudes, pues no se recurre a la genética o factores determinantes que imposibiliten la erradicación de una actitud.
La forma como podemos modificar una actitud empieza con la aceptación de que existe contradicción en la manera como asumimos los tres elementos que la constituyen. Si encuentro contradicción, cuando pienso que vivir en pareja es el único medio para conseguir una armonía familiar pero siento que puedo amar a varias mujeres a la vez, y por tanto tengo una amante, con seguridad estoy en el camino de modificar mi actitud en torno a: primero, evito tener amantes que me obliguen a faltar en el hogar; o segundo, tengo mis amantes y evito a toda costa formalizar un hogar, etc. Si no veo ninguna contradicción en los elementos antes mencionados mi actitud hacia la armonía familiar seguirá trayéndome inconvenientes.
Una forma más de lograr cambiar una actitud en una persona es mediante la ayuda que pueda prestarle el grupo de apoyo. Si mi actitud hacia mis hijos es de rechazo, los demás miembros de la familia pueden hacerme cambiar esa actitud con la constante información que ellos me dan de lo satisfechos y orgullosos que se sienten de mis hijos. Si la mayoría acepta mis hijos es factible que asuma que mi actitud es errada y la de mis familiares correcta; por tanto intentaré asumir la actitud de ellos.
Otra manera de cambiar las actitudes de una persona es mediante la persuasión que haga un especialista en determinado tema. Si deseo que mis hijos cambien su actitud con respecto a la drogadicción, la persona más indicada para lograrlo es un experto en farmacodependencia. Por tanto debo ser cuidadoso e informar a mis hijos, con antelación, de los méritos que tiene la persona para darnos su punto de vista sobre las drogas.
Otra forma de cambiar la actitud de una persona es la persuasión mediante la utilización moderada del miedo. Si logramos despertar miedo en los niños, ante el evento de que sigan mostrando determinada actitud, con mayor probabilidad dicho niño dejará de lado esa actitud negativa. Por ejemplo, si logro que el niño sienta miedo ante la posibilidad de contraer una enfermedad por el consumo de dulces, es bastante probable que su actitud hacia el dulce cambie radicalmente. Curiosamente la autoestima tiene mucho que ver es este caso: si el niño tiene una buena autoestima es más fácil que cambie su actitud ante la presencia del miedo.
También se pueden cambiar las actitudes transmitiendo el mensaje de manera tal que la persona que escucha crea que la idea de cambio surge de ella y no de la persona que la está persuadiendo. Un padre que le diga a su hijo: “por la experiencia que tengo se la importancia que tiene ordenar los libros antes de comenzar las labores escolares”, está en desventaja de aquel padre que le dice a su hijo: “como usted mismo lo ha comprobado, el orden le facilita hacer bien sus tareas escolares”.
El juego de roles se ha mostrado igualmente bastante acertado para cambiar actitudes. Quienes escenifican un evento en torno a una actitud determinada tienen mayor probabilidad de cambiarla en contraposición a las personas que se les ha instruido para que lo hagan e incluso a las personas que han visto como dicha actitud puede ser perjudicial para ellos mismos y su grupo.
Sentimientos y emociones en la mediación de conflictos familiares y de pareja
En la mediación de conflictos familiares y de pareja se tiene como presupuesto que la falla y, a la vez, la solución se halla en la comunicación, el manejo de roles, la agresión y la violencia, infidelidad y celos, problemas con la familia de origen, crisis propias del ciclo vital, disfunciones sexuales, adicciones, falta de respeto a las diferencias, manejo de la autoridad, separación y divorcio. (Rojas). Sin embargo, quien haya estado como mediador sabe que nada de lo anterior se logra solucionar si no hay voluntad de cambio por parte de los implicados; caso frecuente en los conflictos de pareja y familiares en general. Esta falta de cooperación y reticencia al cambio no es gratuita; surge de la emocionalidad que se apodera de la partes en conflicto, que obstaculiza cualquier avance o solución racional.
Es por eso que debemos hacer un pare, ante el manejo que se viene dando a la solución del conflicto de pareja y de la familia, para revisar la emoción y el sentimiento, factores cruciales que se muestran insidiosos y de difícil manejo cuando surge una discordia entre las personas. Estos podrían facilitar el trabajo si se pudieran instrumentalizar en el momento que se hace necesario.
Algunos, influenciados por la teoría de Pavlov, ven la emoción como un sentimiento o bien fisiológico o bien cognitivo; o también, producto de la interacción de factores físicos y mentales. El sentimiento se señala como la forma de conciencia en que el hombre manifiesta la actitud subjetiva hacia la satisfacción o insatisfacción de sus necesidades vitales. Los sentimientos se pueden dividir en superiores e inferiores: los inferiores son los que tienen que ver con conservación, alimentación y reproducción, son de origen instintual; los superiores son los que tienen que ver con la socialización, la belleza, la moralidad y el conocimiento, son aprendidos (condicionados). Los sentimientos superiores son mayores en el hombre; dependen bastante del sistema social en que se desenvuelve y las necesidades propias de la sociedad y de la época. Un sentimiento intenso y prolongado se le llama pasión. Las pasiones pueden ser superiores o inferiores.
La fisiología del sentimiento incluye respuestas originadas por el sistema nervioso autónomo y sistema endocrino. El sentimiento intenso y de corta duración, de aparición súbita y violenta reacción motora, se denomina afecto fisiológico. La intensidad del sentimiento no depende de la intensidad del estímulo sino del valor (significado) que le de cada sujeto. El estímulo es agradable o desagradable, con diferentes escalas de intensidad sentida. El estímulo es útil o no a las necesidades vitales. Las manifestaciones corporales más comunes de un sentimiento son palidecer o colorearse, acelerar o disminuir el ritmo cardiaco, contracción o distensión muscular, disminución o aumento de lágrimas, aumento o disminución del fluido salivar, sudor, aumento de secreción de la adrenalina y el azúcar en la sangre.
Entre los sentimientos que se han deslindado, a partir del análisis de la actitud en el hombre, se encuentran la ira, el miedo, el temor, la tristeza, la alegría, la repugnancia, el odio, el amor, el optimismo, la incomodidad, la excitación, la ansiedad, el disgusto, la frustración. El estado de ánimo, humor, es la tendencia general y prolongada a que se mantienen los sentimientos de un sujeto. Se habla de buen o mal humor.
Para el psicoanálisis la emoción o el sentimiento es la interpretación de un fenómeno de exteriorización de una fuerza pulsional constitutiva de toda organismo; y como tal, de toda persona en particular. (Freud).
Estudiando la emoción desde otro ángulo psicológico, podemos comprenderla como una conducta condicionada que responde a necesidades propias del organismo. La emoción es un rezago conductual de aprendizajes previos, inscritos en cualquier momento de la escala filogenética y ontogenética. Son conductas que se presentan sin que medie la volutividad, tal como se explicó arriba, gobernadas por el sistema autónomo y endocrino; con poca participación de la corteza cerebral, donde se sospecha reside la voluntad. La emoción es una forma de adaptación previa, basada en la interrelación que hace el organismo con el medio, sin que esté presente un aprendizaje exclusivo a él; es, como dijimos, adquirido a través de su historia filo y ontogenética. Tal como se podría explicar desde la teoría de Pavlov y las investigaciones de Sherrington y Sechenov, la emoción en un principio fue una respuesta incondicionada, (conducta refleja) producto de un estímulo incondicionado, que posteriormente se asoció a otros estímulos condicionados, para así crear la respuesta condicionada.
Debemos señalar que muchas de las emociones cumplieron, pero ya no cumplen, una función adaptativa en el hombre. Ejemplo, agredir automáticamente cuando nos sentimos agredidos. Esta información, agredir cuando nos agreden está inscrita en el sistema autónomo. De ahí las dificultades que se tienen con la agresión y el posterior arrepentimiento, producto éste de un pensamiento y una voluntad que entra a evaluar y pugnar las reacciones ocasionadas por el sistema autónomo.
Lo anterior pone en evidencia la dificultad que encuentra el hombre cuando trata de manejar situaciones mediadas por emociones; pues el sistema talámico (autónomo) y endocrino, no son manipulables a su voluntad. O mejor dicho, no se le ha preparado para que maneje a voluntad estos sistemas. En la cultura occidental, especialmente, no se hace mayor énfasis en el dominio de estos sistemas, pues se parte, (el mismo nombre lo corrobora) del hecho que estos funcionan autónomamente. No obstante, ya se ha visto que se puede llegar a tomar dominio sobre conductas autónomas tales como el manejo de la excreción de orina y materias fecales, regularizar la temperatura, la tensión arterial, crear anticuerpos y otras tantas, que son gobernadas por estos sistemas y que responden a la misma fisiología de las emociones.
Un factor de confusión en torno a la interpretación de la emoción surge de la poca especificidad del cerebro. Tal como lo plantea alguna de las teorías de la emoción (Schacter-Singer), las mismas respuestas autónomas se dan ante diferentes estímulos, pero la interpretación es diferente dependiendo la asociación que se haga en el momento. Como ejemplo se muestra que ante un estímulo X1 (hombre atractivo) en Y (mujer) se obtienen respuestas de secreción de adrenalina, sudoración, taquicardia, movimientos peristálticos del estómago, que son interpretados como amor; estas mismas respuestas se obtienen ante un estímulo X2 (león) pero en esta ocasión son interpretadas como miedo. Si llegado el caso X1 agrediera a Y, Y no sabría claramente lo que está sintiendo por X1 y con mayor probabilidad, por esto del condicionamiento, estaría inclinada a decir que lo que siente es amor.
En la enseñanza del dominio de las emociones y sentimientos es necesario señalar que la idea básica no es que el hombre deje de sentir o manifestar la emoción; al contrario, se le debe dar libertad a la expresión de sentimientos; pero, de tal manera, que en nada afecte la toma de decisiones trascendentales para su adaptación y el cumplimiento de objetivos trazados. Por ejemplo, se puede amar intensamente a una persona y no por eso tomar la decisión de vivir con ella en pareja, sin medir objetivamente las ventajas y desventajas que contrae la unión. Igualmente, no es que se deje de sentir ira ante un conflicto de pareja; pero, a cambio, se pide que al intentar solucionarlo, la ira no influya en el raciocinio. Las manifestaciones emocionales deben ser evaluadas a cada instante para no terminar cometiendo errores, que no traen beneficio ni para quien las emite ni para los otros. Las personas deben obligarse a tomar decisiones sin la influencia de la emoción y esto sólo se logra dominándola y encausándola; dejando el apasionamiento en el momento propicio, sin ser presa de ella.
Ejercicios que permiten empezar a dominar las emociones son: mantener un control sobre los esfínteres, logrando evacuar los residuos uretrales e intestinales cuando se desea y no cuando el organismo da la señal (estimulación), para que esto suceda; llorar sin que esta manifestación esté asociada a determinadas situaciones que siempre la han acompañado; obligarse a reír independientemente de estímulos exteriores; sonrojarse y palidecer a disposición; disminuir y acelerar el ritmo cardiaco a voluntad; evitar la ingestión de alimentos fuera de horarios establecidos para hacerlo, así se tenga mucha hambre; aplazar el deseo de consumir alimentos que son altamente atrayentes. Someterse a pruebas donde sabe que la emoción está presente e intentar no actuar de la misma manera que lo ha hecho siempre, analizando y comportándose lo más racional que se pueda: discutir sin perder el control sobre las palabras que se dicen; propiciar y presenciar situaciones altamente emotivas; ensayar formas de resistencia al dolor y el miedo.
Jairo Báez. Psicologo
John Gottman de la Universidad de Washington y Clifford Notarius de la Universidad Católica de América, junto con sus colaboradores, han estudiado por cerca de 20 años el fenómeno de cómo la pareja resuelve sus conflictos. Gottman focaliza su trabajo más en la fisiología y la psicología mientras Clifford centra su atención en los modos de expresión. De estudios hechos en común y otros por separado han logrado resultados que sorprenden por su verificación con otros realizados en diferentes partes del mundo, tales como Australia, Alemania, Países Bajos y Nueva Zelanda.
1. Las parejas con escenas de peleas repetitivas, con fuertes agresiones verbales y diferentes manifestaciones de cólera, no tienen más peligro de divorciarse que otras. 2. La frecuencia de las relaciones sexuales no tiene nada que ver con la estabilidad armónica del matrimonio. 3. Las divergencias que surgen entre los esposos no se arreglan con el tiempo; al contrario, se agravan. 4. Las grandes pasiones de los primeros años no constituyen garantía de una unión durable. 5. La similitud de carácteres o de opiniones no son garantía para una relación estable. 6. La infidelidad no conlleva la ruptura definitiva de la relación.
Así mismo Gottman y Notarius concuerdan, a partir de su estudios, que las relaciones sólidas de pareja se distingue de las relaciones frágiles en la forma como sus miembros asumen y solucionan sus conflictos y diferencias cuando estos aparecen.
En las relaciones frágiles surgen largas secuencias de actitudes negativas de las cuales no se puede salir; se empieza con un problema muy simple, que se une a otro simple y otro más simple hasta desencadenar en la formación de un problema de magnitudes incalculables y difícil resolución. Mientras, en las relaciones sólidas las escaramuzas son cada vez más frecuentes, más cortas y más centradas en la solución del problema.
Lo anterior toma su real forma al analizar los cuatro factores, que estos investigadores han señalado como los más relevantes para que un conflicto no llegue a solucionarse; y que, por su gravedad en la relación han denominado Los Cuatro Caballeros del Apocalipsis: la crítica implacable, el desprecio, la actitud defensiva y el repliegue sobre sí mismo. La interpretación que se hace de un simple hecho va a modificar significativamente las emociones y actitudes: los integrantes de una relación frágil atribuirán siempre al otro la razón del problema y jamás al azar o a sucesos externos mientras los miembros de una relación sólida tratarán, mutuamente, de excusar al otro colocando la causa del problema en el exterior. El grado de confianza instaurada entre los miembros de una relación permite predecir el grado de solidez de la misma: a mayor confianza mayor estabilidad y duración. La forma como los miembros de una relación se acuerdan de su pasado y de sus primeros encuentros predicen también la estabilidad y duración: a mayores y específicos recuerdos mayores índices de estabilidad y solidez en la relación. El despliegue emocional al afrontar la discusión es factor que señala el desenlace; los cambios en la presión arterial, sudoración, y otras manifestaciones autónomas van en contra de la solución adecuada de un problema. Por ejemplo, cuando las pulsaciones cardiacas pasan de 100, el hombre se vuelve incapaz de escuchar.
Los descubrimientos de Gottman y Clifford aplicados a la solución de conflictos en otros campos de la familia
De los descubrimientos de estos dos autores surgen nuevos aportes para la aplicación en la solución de conflictos en otros ámbitos, donde la relación es vivida por personas que tienen que compartir por vínculo natural o social. Si extractamos los postulados obtenidos al observar la relación de pareja y los ubicamos en cualquier relación familiar tendremos:
1. Las relaciones familiares donde hay peleas continuas, se vocifera fuertemente y se manifiestan actitudes de cólera no tienen más peligro de desintegración que aquellas donde esta situación no es frecuente.
2. Las relaciones que se entablan al interior de una familia son convenciones propias de ésta y no convenciones generales para todas las familias.
3. Las divergencias entre los miembros de una familia no las arregla el tiempo; las diferencias las arregla la voluntad de solución de sus miembros y en el mismo momento en que surgen.
4. La estabilidad en la relación que se tenga en una familia al presente, no es un factor de garantía para señalar que hacia el futuro no se tendrán conflictos e inconvenientes intrafamiliares.
5. La similitud de caracteres o de opiniones en los miembros de una familia no son garantía para pronosticar una relación familiar armónica y estable.
6. No existen relaciones lo suficiente inviolables para que ocasionen la ruptura de una relación familiar.
Formas para asumir en la solución de conflictos familiares
1. Solucionar un conflicto a la vez; no aplazar su solución, no importa que tan sencillo aparezca. No mezclar la solución de un conflicto con la de otro, ni mezclar conflictos para obtener una sola solución.
2. Si se desea llegar a solucionar un conflicto se debe evitar: Criticar y/o despreciar al oponente y asumir actitudes defensivas o evasivas ante el conflicto.
3. No atribuir la razón del conflicto al oponente, buscar la razón en el exterior.
4. La confianza entre los miembros de una familia es fundamental si se desean mantener relaciones familiares armónicas y duraderas.
5. Una buena relación familiar está marcada por los la facilidad con que se recuerda el pasado. El recordar con nitidez y claridad eventos del pasado, vividos juntos, permite predecir el grado de armonía y durabilidad de las relaciones familiares.
6. Solucionar problemas en momentos de alteración emocional no es conveniente. La ira y demás manifestaciones emocionales no permiten solucionar adecuadamente un conflicto; a cambio lo complican.
Como mediar en la solución de conflictos familiares
La negociación o solución de conflictos forma parte de la vida cotidiana de toda persona. Siempre y en todo lugar, donde compartan personas, se van a encontrar obstáculos para el cumplimiento de los objetivos trazados. Esto se da porque unas personas, tal como las otras, también tienen objetivos precisos, y desean cumplirlos, y quizás no sean los mismos que los trazados por aquellas inicialmente. Es ahí donde se hace necesario un acuerdo, para que las partes en conflicto no sientan que están cediendo ante sus pretensiones y puedan seguir adelante, salvando el obstáculo creado por los intereses particulares.
La grandeza del buen mediador está en que el acuerdo logrado debe satisfacer los intereses de ambas partes, debe ser durable y altamente socializante; esto es, procurar mejorar, o al menos conservar, las buenas relaciones entre las partes implicadas.
Quien vaya a mediar en un conflicto familiar debe seguir como regla lo siguiente:
1. Identificar el problema: Se debe preguntar sobre los orígenes del problema, la forma como se manifiesta el problema; describir hechos reales que lo representan y las ideas que se tienen sobre el problema.
2. Crear hipótesis: Enmarcar el problema en un marco que le permita explicarlo y dar posibles causas del problema; así mismo, que le permita vislumbrar la falta de algunos elementos para la posible solución.
3. Identificar intereses: No siempre los intereses verdaderos, motivos del conflicto, se ven con claridad. Así como no todos los intereses que en un principio parecen irreconciliables lo son finalmente.
4. Buscar y formular alternativas de solución: Casi nunca lo primero que se nos ocurre es la única solución a un conflicto; por tanto debemos esforzarnos por encontrar alternativas hasta para las ideas que se muestran irremplazables y demasiado posibles. La mejor forma de hacer esto, es presentar varias ideas y no permitir su juzgamiento mientras no se tengan agotadas las alternativas. Otra forma puede ser la de consultar personas expertas en el tema en discusión.
Lo importante para que haya negociación es que exista el interés de hacerlo. Esto se aprecia cuando una parte procura apreciar el problema desde el punto de vista que lo aprecia la contraparte; cuando las partes muestran con claridad sus verdaderas intenciones y no las ocultan por temor a salir mal libradas en la negociación; cuando dejan de ver en la otra parte al culpable del problema y se centran más en las soluciones que pueden aportar las dos; cuando se muestran sinceras en sus intervenciones; cuando logran concluir que muchos de sus temores no eran más que especulaciones y no amenazas reales de la contraparte; cuando hay aporte y aceptación de soluciones de ambas partes de forma equitativa y cuando las propuestas de acuerdo no sacrifican los valores y principios de ninguna de las partes en conflicto.
Lo anterior se logra sólo cuando hemos hecho “un pare” para analizarnos como seres emocionales, comprendiendo y reconociendo que muchos intereses, que suponíamos racionales, no dejan de ser más que manifestaciones de sentimientos. Es beneficioso para la solución del problema que en la negociación podamos manifestar a la contraparte las emociones y aceptar la manifestación emotiva del rival mas no por eso debemos tomar una decisión en base exclusiva de ello. La manifestación de emociones debe servir más como una purga para luego tomar las decisiones mas adecuadas.
La negociación por cooperación permite acuerdos duraderos y satisfactorios a las partes en conflicto. Por tanto, se recomienda que al negociar se vaya lento, se trate de que haya confianza sin conceder demasiado, identificar asuntos que incluyan elementos claramente cooperativos, separar los elementos cooperativos de los competitivos, comenzar con asuntos altamente cooperativos, aclarar y discutir las diferencias que hay en las prioridades, Proponer muchas alternativas y discutir cada una de ellas como una posibilidad, no como una solución final, elegir la alternativa que equilibre la calidad objetiva o la aceptación mutua, escuchar respetuosamente.
Al igual que las partes, el ambiente de la negociación es fundamental para llegar a un acuerdo sensato, por tanto se recomienda un ambiente de cordialidad y evitar en alguna medida tanta formalidad, la indiferencia, el antagonismo y la agresión.
Importancia del manejo las actitudes en la solución de conflictos familiares
La actitud es la forma como cada persona responde a alguien o a algo. Una actitud se compone de tres elementos: lo que se piensa, lo que se siente y lo que se manifiesta. Usted puede tener una actitud muy particular hacia las relaciones familiares; puede pensar que son necesarias en su vida, sentir que son difíciles de llevar y actuar sumisamente ante sus padres. Por eso decimos que la actitud está compuesta por el componente cognitivo (pensamiento), el componente emocional (sentimientos) y el componente comportamental (conducta).
No siempre estos elementos están en consonancia y puede suceder que exista contradicción entre ellos. Es factible que alguna persona piense que la infidelidad no tiene inconveniente alguno, sienta celos al ver a su pareja con un rival y bajo ninguna circunstancia actuar de forma infiel.
El porqué una persona tiene una actitud determinada hacia algo o alguien todavía no es muy claro. Algunos dicen que les enseñaron a pensar, sentir y actuar de tal manera ante determinado evento. Otros dicen que la urgencia de satisfacer sus necesidades los obliga a pensar, sentir y actuar como lo hacen. Lo cierto es que en ambos casos siempre se les está dando la oportunidad de que cambien sus actitudes, pues no se recurre a la genética o factores determinantes que imposibiliten la erradicación de una actitud.
La forma como podemos modificar una actitud empieza con la aceptación de que existe contradicción en la manera como asumimos los tres elementos que la constituyen. Si encuentro contradicción, cuando pienso que vivir en pareja es el único medio para conseguir una armonía familiar pero siento que puedo amar a varias mujeres a la vez, y por tanto tengo una amante, con seguridad estoy en el camino de modificar mi actitud en torno a: primero, evito tener amantes que me obliguen a faltar en el hogar; o segundo, tengo mis amantes y evito a toda costa formalizar un hogar, etc. Si no veo ninguna contradicción en los elementos antes mencionados mi actitud hacia la armonía familiar seguirá trayéndome inconvenientes.
Una forma más de lograr cambiar una actitud en una persona es mediante la ayuda que pueda prestarle el grupo de apoyo. Si mi actitud hacia mis hijos es de rechazo, los demás miembros de la familia pueden hacerme cambiar esa actitud con la constante información que ellos me dan de lo satisfechos y orgullosos que se sienten de mis hijos. Si la mayoría acepta mis hijos es factible que asuma que mi actitud es errada y la de mis familiares correcta; por tanto intentaré asumir la actitud de ellos.
Otra manera de cambiar las actitudes de una persona es mediante la persuasión que haga un especialista en determinado tema. Si deseo que mis hijos cambien su actitud con respecto a la drogadicción, la persona más indicada para lograrlo es un experto en farmacodependencia. Por tanto debo ser cuidadoso e informar a mis hijos, con antelación, de los méritos que tiene la persona para darnos su punto de vista sobre las drogas.
Otra forma de cambiar la actitud de una persona es la persuasión mediante la utilización moderada del miedo. Si logramos despertar miedo en los niños, ante el evento de que sigan mostrando determinada actitud, con mayor probabilidad dicho niño dejará de lado esa actitud negativa. Por ejemplo, si logro que el niño sienta miedo ante la posibilidad de contraer una enfermedad por el consumo de dulces, es bastante probable que su actitud hacia el dulce cambie radicalmente. Curiosamente la autoestima tiene mucho que ver es este caso: si el niño tiene una buena autoestima es más fácil que cambie su actitud ante la presencia del miedo.
También se pueden cambiar las actitudes transmitiendo el mensaje de manera tal que la persona que escucha crea que la idea de cambio surge de ella y no de la persona que la está persuadiendo. Un padre que le diga a su hijo: “por la experiencia que tengo se la importancia que tiene ordenar los libros antes de comenzar las labores escolares”, está en desventaja de aquel padre que le dice a su hijo: “como usted mismo lo ha comprobado, el orden le facilita hacer bien sus tareas escolares”.
El juego de roles se ha mostrado igualmente bastante acertado para cambiar actitudes. Quienes escenifican un evento en torno a una actitud determinada tienen mayor probabilidad de cambiarla en contraposición a las personas que se les ha instruido para que lo hagan e incluso a las personas que han visto como dicha actitud puede ser perjudicial para ellos mismos y su grupo.
Sentimientos y emociones en la mediación de conflictos familiares y de pareja
En la mediación de conflictos familiares y de pareja se tiene como presupuesto que la falla y, a la vez, la solución se halla en la comunicación, el manejo de roles, la agresión y la violencia, infidelidad y celos, problemas con la familia de origen, crisis propias del ciclo vital, disfunciones sexuales, adicciones, falta de respeto a las diferencias, manejo de la autoridad, separación y divorcio. (Rojas). Sin embargo, quien haya estado como mediador sabe que nada de lo anterior se logra solucionar si no hay voluntad de cambio por parte de los implicados; caso frecuente en los conflictos de pareja y familiares en general. Esta falta de cooperación y reticencia al cambio no es gratuita; surge de la emocionalidad que se apodera de la partes en conflicto, que obstaculiza cualquier avance o solución racional.
Es por eso que debemos hacer un pare, ante el manejo que se viene dando a la solución del conflicto de pareja y de la familia, para revisar la emoción y el sentimiento, factores cruciales que se muestran insidiosos y de difícil manejo cuando surge una discordia entre las personas. Estos podrían facilitar el trabajo si se pudieran instrumentalizar en el momento que se hace necesario.
Algunos, influenciados por la teoría de Pavlov, ven la emoción como un sentimiento o bien fisiológico o bien cognitivo; o también, producto de la interacción de factores físicos y mentales. El sentimiento se señala como la forma de conciencia en que el hombre manifiesta la actitud subjetiva hacia la satisfacción o insatisfacción de sus necesidades vitales. Los sentimientos se pueden dividir en superiores e inferiores: los inferiores son los que tienen que ver con conservación, alimentación y reproducción, son de origen instintual; los superiores son los que tienen que ver con la socialización, la belleza, la moralidad y el conocimiento, son aprendidos (condicionados). Los sentimientos superiores son mayores en el hombre; dependen bastante del sistema social en que se desenvuelve y las necesidades propias de la sociedad y de la época. Un sentimiento intenso y prolongado se le llama pasión. Las pasiones pueden ser superiores o inferiores.
La fisiología del sentimiento incluye respuestas originadas por el sistema nervioso autónomo y sistema endocrino. El sentimiento intenso y de corta duración, de aparición súbita y violenta reacción motora, se denomina afecto fisiológico. La intensidad del sentimiento no depende de la intensidad del estímulo sino del valor (significado) que le de cada sujeto. El estímulo es agradable o desagradable, con diferentes escalas de intensidad sentida. El estímulo es útil o no a las necesidades vitales. Las manifestaciones corporales más comunes de un sentimiento son palidecer o colorearse, acelerar o disminuir el ritmo cardiaco, contracción o distensión muscular, disminución o aumento de lágrimas, aumento o disminución del fluido salivar, sudor, aumento de secreción de la adrenalina y el azúcar en la sangre.
Entre los sentimientos que se han deslindado, a partir del análisis de la actitud en el hombre, se encuentran la ira, el miedo, el temor, la tristeza, la alegría, la repugnancia, el odio, el amor, el optimismo, la incomodidad, la excitación, la ansiedad, el disgusto, la frustración. El estado de ánimo, humor, es la tendencia general y prolongada a que se mantienen los sentimientos de un sujeto. Se habla de buen o mal humor.
Para el psicoanálisis la emoción o el sentimiento es la interpretación de un fenómeno de exteriorización de una fuerza pulsional constitutiva de toda organismo; y como tal, de toda persona en particular. (Freud).
Estudiando la emoción desde otro ángulo psicológico, podemos comprenderla como una conducta condicionada que responde a necesidades propias del organismo. La emoción es un rezago conductual de aprendizajes previos, inscritos en cualquier momento de la escala filogenética y ontogenética. Son conductas que se presentan sin que medie la volutividad, tal como se explicó arriba, gobernadas por el sistema autónomo y endocrino; con poca participación de la corteza cerebral, donde se sospecha reside la voluntad. La emoción es una forma de adaptación previa, basada en la interrelación que hace el organismo con el medio, sin que esté presente un aprendizaje exclusivo a él; es, como dijimos, adquirido a través de su historia filo y ontogenética. Tal como se podría explicar desde la teoría de Pavlov y las investigaciones de Sherrington y Sechenov, la emoción en un principio fue una respuesta incondicionada, (conducta refleja) producto de un estímulo incondicionado, que posteriormente se asoció a otros estímulos condicionados, para así crear la respuesta condicionada.
Debemos señalar que muchas de las emociones cumplieron, pero ya no cumplen, una función adaptativa en el hombre. Ejemplo, agredir automáticamente cuando nos sentimos agredidos. Esta información, agredir cuando nos agreden está inscrita en el sistema autónomo. De ahí las dificultades que se tienen con la agresión y el posterior arrepentimiento, producto éste de un pensamiento y una voluntad que entra a evaluar y pugnar las reacciones ocasionadas por el sistema autónomo.
Lo anterior pone en evidencia la dificultad que encuentra el hombre cuando trata de manejar situaciones mediadas por emociones; pues el sistema talámico (autónomo) y endocrino, no son manipulables a su voluntad. O mejor dicho, no se le ha preparado para que maneje a voluntad estos sistemas. En la cultura occidental, especialmente, no se hace mayor énfasis en el dominio de estos sistemas, pues se parte, (el mismo nombre lo corrobora) del hecho que estos funcionan autónomamente. No obstante, ya se ha visto que se puede llegar a tomar dominio sobre conductas autónomas tales como el manejo de la excreción de orina y materias fecales, regularizar la temperatura, la tensión arterial, crear anticuerpos y otras tantas, que son gobernadas por estos sistemas y que responden a la misma fisiología de las emociones.
Un factor de confusión en torno a la interpretación de la emoción surge de la poca especificidad del cerebro. Tal como lo plantea alguna de las teorías de la emoción (Schacter-Singer), las mismas respuestas autónomas se dan ante diferentes estímulos, pero la interpretación es diferente dependiendo la asociación que se haga en el momento. Como ejemplo se muestra que ante un estímulo X1 (hombre atractivo) en Y (mujer) se obtienen respuestas de secreción de adrenalina, sudoración, taquicardia, movimientos peristálticos del estómago, que son interpretados como amor; estas mismas respuestas se obtienen ante un estímulo X2 (león) pero en esta ocasión son interpretadas como miedo. Si llegado el caso X1 agrediera a Y, Y no sabría claramente lo que está sintiendo por X1 y con mayor probabilidad, por esto del condicionamiento, estaría inclinada a decir que lo que siente es amor.
En la enseñanza del dominio de las emociones y sentimientos es necesario señalar que la idea básica no es que el hombre deje de sentir o manifestar la emoción; al contrario, se le debe dar libertad a la expresión de sentimientos; pero, de tal manera, que en nada afecte la toma de decisiones trascendentales para su adaptación y el cumplimiento de objetivos trazados. Por ejemplo, se puede amar intensamente a una persona y no por eso tomar la decisión de vivir con ella en pareja, sin medir objetivamente las ventajas y desventajas que contrae la unión. Igualmente, no es que se deje de sentir ira ante un conflicto de pareja; pero, a cambio, se pide que al intentar solucionarlo, la ira no influya en el raciocinio. Las manifestaciones emocionales deben ser evaluadas a cada instante para no terminar cometiendo errores, que no traen beneficio ni para quien las emite ni para los otros. Las personas deben obligarse a tomar decisiones sin la influencia de la emoción y esto sólo se logra dominándola y encausándola; dejando el apasionamiento en el momento propicio, sin ser presa de ella.
Ejercicios que permiten empezar a dominar las emociones son: mantener un control sobre los esfínteres, logrando evacuar los residuos uretrales e intestinales cuando se desea y no cuando el organismo da la señal (estimulación), para que esto suceda; llorar sin que esta manifestación esté asociada a determinadas situaciones que siempre la han acompañado; obligarse a reír independientemente de estímulos exteriores; sonrojarse y palidecer a disposición; disminuir y acelerar el ritmo cardiaco a voluntad; evitar la ingestión de alimentos fuera de horarios establecidos para hacerlo, así se tenga mucha hambre; aplazar el deseo de consumir alimentos que son altamente atrayentes. Someterse a pruebas donde sabe que la emoción está presente e intentar no actuar de la misma manera que lo ha hecho siempre, analizando y comportándose lo más racional que se pueda: discutir sin perder el control sobre las palabras que se dicen; propiciar y presenciar situaciones altamente emotivas; ensayar formas de resistencia al dolor y el miedo.
Jairo Báez. Psicologo
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