viernes, 1 de febrero de 2008

Porque convivir, vamos a convivir, nos guste o no

Un día, siendo Consejero de Sanidad, te oí decir: “Más importante que la Sanidad, es la Educación”. Y qué verdad tan grande esa.

Al hablar de Educación, me hago siempre una pregunta ¿Por qué un gran número de niños-chavales-adolescentes no se esfuerzan en aprender? ¿Por qué “pasan” de todo?

La respuesta que encuentro: porque el problema no es de capacidad, cuando se trata de capacidad acaban aprendiendo, con más esfuerzo, pero aprenden. El problema es de motivación. Los chavales, cada vez con más frecuencia, no encuentran motivos para aprender (motivos para aprender de forma reglada y útil), porque aprender, aprenden.

La mayoría de los que no tienen motivación para aprender, para adquirir una formación útil su vida, están de padres que sean líderes en ese ejercicio. Padres que enseñen a sus hijos, con el EJEMPLO, los aspectos más necesarios para que sus hijos tengan motivación (encuentren un motivo) para hacer lo que decimos que es mejor para ellos.

Un líder es aquél que tiene influencia en los demás, tanta, que consigue que los demás hagan voluntariamente lo que él les pide, le sigan porque confían en él, les guía pensando en ellos y en el bien común. Mi padre, agricultor de una parcela del antiguo Instituto de Colonización, me enseñó esa forma de liderazgo. Escribía con dificultad y con muchas faltas de ortografía pero practicó la voluntad, la tolerancia, el respeto, la paciencia, la indulgencia, la afabilidad….Y nunca ha sabido qué significaban la mayor parte de esas palabras, ni falta que le hizo. Era su comportamiento que él tenía y yo veía lo que servía.

No hace falta saber integrales, ni siquiera la ecuación de la recta, ni siquiera escribir, para ser líderes. Hace falta saber qué cosa va primero y qué cosas va después. Y saber que si no hay motivo para hacer, el ser humano no hace. Hemos de conseguir motivos que funcionen cuando, como padres no estamos presentes. Lo mejor que les podemos enseñar a nuestros hijos es que decidan bien cuando no estamos para ayudarles u orientarles. Que aprendan a discernir. Y lo harán en base a los valores que tengan, a los que le hayamos enseñado. A los que hayan visto en nuestro hacer de cada día.

Yo, a veces, voy a hablar con los padres a los colegios para decirles que trabajen el liderazgo con sus hijos. Que les enseñen con el ejemplo valores necesarios para esforzarse (conseguir resultados supone esfuerzo). Que les eduquen en la voluntad, en la autodisciplina, en el respeto, en la tolerancia, en la afabilidad, en la humildad. En esos valores que no son patrimonio de nadie, que son la base para la convivencia. En esos valores que los podemos tener también los no creyentes, porque nada tienen que ver con ser o no creyente.

Los padres, muchos, están perdidos con los hijos. Pero ya desde los 8 años, no hace falta esperar a que llegue la adolescencia como antaño. Ahora se pierden con ellos a edades más tempranas. Algunos nada más nacer ya los empiezan a maleducar. Les están enseñando lo fácil que es conseguir las cosas, y, a veces, la forma equivocada de conseguirlas (dando la tabarra, insistiendo, con chantaje…)

Y los padres quieren a sus hijos. No hay duda. Pero necesitan ayuda. Incluso antes de ser padres.
Y los maestros también. Tengo buenos amigos maestros que ya están cansados, perdidos. Les doblo en años pero parecen más viejos que yo. Tampoco ellos tienen autoridad. También necesitan ser líderes con los chavales.

Y los chavales necesitan coherencia entre maestros y padres, entre padre y madre, entre partidos políticos de izquierdas y partidos políticos de derechas o como quiera que se clasifique la política. Necesitan que les ayudemos a creer que en el mundo en el que han nacido es mejor que el nuestro. Que lo es. Necesitan aprender gratitud para que cada día den gracias por la suerte que tienen de vivir la época que viven. A su Dios, si creen en él, al azar, o quien la reparta. Gratitud, otra palabra quitada de la convivencia.

O les ayudamos a encontrar motivos, encontrando nosotros esos mismos motivos, o lo que hagamos, a muchos les va a caer en saco roto. Me preocupan los que no quieren y podrían si quisiesen, esa gran masa “desmotivada”. Los que no pueden, casi siempre se esfuerzan tanto que consiguen más de lo que conseguiríamos los demás. Y, además, son más agradecidos, al mundo y a sus padres.

Mi reflexión me lleva a preparar a los futuros padres para serlo. Algunos de ellos, ahora están haciendo ascos a la vida sin haber descubierto la fortuna de vivir. Y a ayudar a los maestros a tener autoridad. Y a los niños a ser educados en los valores necesarios para poder convivir.

Porque convivir, vamos a convivir, nos guste o no.

Disculpad la extensión. Me ha perdido la pasión.

Manuel.
http://elcuadernodeguillermo.blogspot.com/2008/01/la-escuela.html

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