Los estudiantes nacionales son los que más horas pasan en el aula, lo que no lo que no asegura el éxito académico. El 28 % abandona la carrera y el 26 % no la acaba en el plazo previsto. La convergencia revolucionará el sistema de evaluación vigente.
Los universitarios españoles son los europeos que más horas pasan en el aula. O, al menos, los que más tiempo deberían pasar si no se saltaran ni una sola de las clases. En total, tienen 24,2 horas lectivas cada semana, una cifra alejada de las 11,5 horas de Finlandia, las 11,6 de Austria, las 15,7 de Reino Unido o las 17,7 de Italia.
Los datos aparecen reflejados en la última encuesta 'Cheers (Career after Higher Education: a European Research Study),' que pasa revista a los hábitos de estudio de los universitarios europeos, estadounidenses y japoneses a través de 40.000 entrevistas personales.
El número de horas lectivas no es el único apartado en el que España vence por goleada. También suma puntos cuando se trata de analizar el tiempo que sus alumnos dedican a estudiar en casa o en la biblioteca (16,4 horas semanales) y a otro tipo de formación adicional como clases de informática o de idiomas (2,4 horas).
Sólo Italia adelanta a España en el primer caso, con 23,3 horas en siete días, una cantidad alejada de las 11,9 de Francia o las 5,2 de Japón. En el resto de países, la media gira en torno a 12.
Sin embargo, la asistencia a clase nada tiene que ver con el éxito académico. Por muchas horas que pasen sentados en el pupitre, los alumnos españoles acaparan pésimos resultados: su tasa de abandono de los estudios alcanza al 28%, mientras que la media europea se reduce tres puntos. Además, sólo el 26% acaba la carrera en el plazo previsto en los planes de estudio, según informa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Para los expertos, está claro que algo falla. Es la opinión de José Sánchez Campillo, docente de la Universidad de Granada y autor de un informe sobre la empleabilidad de los titulados europeos. Está convencido de que, al existir muchas clases magistrales, el alumno participa «muy poco» en el proceso de enseñanza y aprendizaje. «Un dato alarmante es que las aulas suelen estar muy vacías, incluso cuando los profesores son buenos docentes. Está demostrado que el estudiante aprende mucho más haciendo que escuchando».
La asistencia a clase también está marcada por la titulación. Es más frecuente entre los alumnos de Ingeniería o Medicina, mientras que los de Derecho destacan por estudiar más en casa, seguidos de los de Ciencias de la Salud.
El sistema de aprendizaje eminentemente teórico que impera en España debería tener los días contados si se aplica al pie de la letra el Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), que supondrá la homologación de los estudios universitarios en 46 países. Su puesta en marcha conllevará cambios en las metodologías docentes, las relaciones entre profesores y alumnos, los recursos... «Todo pasa por una atención más personalizada de las necesidades de aprendizaje del alumnado», apunta Sánchez Campillo.
También apuesta por aumentar el contenido práctico de las asignaturas y convertir a los estudiantes en «actores principales en clase». De esa forma, el experto cree que desarrollarían las competencias que demandan las empresas y el sector público.
De hecho, la necesidad de una formación más práctica centrada en el alumno es una de las prioridades del marco europeo. En este capítulo, España vuelve a ser diferente. Las clases teóricas centran la educación primaria y secundaria, así como la universitaria, al contrario que en el resto de países del entorno.
Los alumnos españoles no sólo son los que más horas de clase tienen sino que la carga teórica se impone sobre las asignaturas prácticas. En una puntuación del 1 al 5, la teoría ocupa un 3,8 de la formación, mientras que en Francia se reduce a un 3, en Italia a un 3,1 y en Holanda a un 3,2. Asimismo, el aprendizaje práctico no supera el 2,9, una de las cifras más bajas de Europa. Francia, por ejemplo, consigue un 3,2, mientras que Holanda un 3,5 y Finlandia un 3,4.
En cuanto al aprendizaje a través de proyectos o la resolución de problemas, España obtiene un 2,6, frente al 3,1 de Reino Unido, el 3 de Noruega y Finlandia y el 2,9 de Holanda. Italia, Francia y Bélgica, se aproximan, en cambio, al 2,5.
Carlos Conde, vicerrector de Ordenación Académica y Planificación Estratégica de la Universidad Politécnica de Madrid, está convencido de que, si este tipo de enseñanza no se modifica, los titulados españoles quedarán rezagados a los últimos puestos europeos en materia de competitividad laboral.
Los alumnos son los primeros en mostrarse insatisfechos con el sistema educativo español que prima la teoría sobre la práctica. De hecho, el poco énfasis que se da a esta última es el punto que más critican los estudiantes nacionales, según el tercer 'Estudio sobre los universitarios españoles' realizado por la Fundación BBVA. El informe pasa revista a la opinión de 3.000 matriculados en los dos últimos años de carrera, tanto de centros públicos como privados.
Los alumnos también critican los métodos pedagógicos, el sistema de exámenes y de evaluación (centrado casi exclusivamente en la memorización de datos), la calidad del equipo técnico y del profesorado y la poca variedad de los cursos ofertados.
Tampoco se muestran conformes con los escasos conocimientos de informática que aprenden en la Universidad, al tiempo que denuncian la escasa experiencia que adquieren y que les podría ayudar después en el mundo laboral. En cambio, sí valoran positivamente el equipamiento de las bibliotecas y el contenido de ciertas materias.
El informe también pone de manifiesto los hábitos de estudio. En la mayoría de los casos, éstos se reducen a la toma de apuntes. O, en su defecto, a pedirlos prestados a sus compañeros para fotocopiarlos. Menos del 40% consulta libros o internet para documentarse.
Lo avala Jesús López Hidalgo, docente de la Universidad de Castilla-La Mancha y autor de un informe sobre cómo estudian los universitarios. Le sorprendió que el 90% sólo usara los apuntes de clase para preparar un examen. O que únicamente la mitad sacara «alguna» vez un libro de la biblioteca.
Pone como ejemplo a seguir su experiencia docente en Estados Unidos, donde recopiló 30 notas de cada alumno, entre exámenes, trabajos y prácticas. «Aquí, los profesores sueltan el rollo en clase y el alumno lo estudia, pero esto debe cambiar».
Los empresarios son los primeros en denunciar la escasa formación práctica de los estudiantes. Llevada al terreno de las estadísticas, el 42,9% la echa en falta, según la Fundación Universidad-Empresa. Su presidente, Arsenio Huergo, anima a los empresarios a participar en los nuevos planes de estudio 'a la europea'. «Necesitamos una formación más práctica para tener titulados competitivos que sepan integrarse rápidamente en el mundo laboral».
Los docentes que apuestan por un cambio de metodología confían en que el EEES solucione buena parte de sus problemas, acercándonos a la mentalidad práctica europea. Para ello, se ha creado una nueva unidad de medida académica (el denominado crédito ECTS), que equivale a entre 25 y 30 horas (el actual sólo a 10). Además, mientras el primero mide únicamente las horas lectivas, el segundo pasa revista también a los trabajos presentados, la preparación de exámenes, la documentación en bibliotecas, internet u otras fuentes autorizadas.
Por Isabel García
http://www.elmundo.es/suplementos/campus/2007/490/1181080803.html
Los universitarios españoles son los europeos que más horas pasan en el aula. O, al menos, los que más tiempo deberían pasar si no se saltaran ni una sola de las clases. En total, tienen 24,2 horas lectivas cada semana, una cifra alejada de las 11,5 horas de Finlandia, las 11,6 de Austria, las 15,7 de Reino Unido o las 17,7 de Italia.
Los datos aparecen reflejados en la última encuesta 'Cheers (Career after Higher Education: a European Research Study),' que pasa revista a los hábitos de estudio de los universitarios europeos, estadounidenses y japoneses a través de 40.000 entrevistas personales.
El número de horas lectivas no es el único apartado en el que España vence por goleada. También suma puntos cuando se trata de analizar el tiempo que sus alumnos dedican a estudiar en casa o en la biblioteca (16,4 horas semanales) y a otro tipo de formación adicional como clases de informática o de idiomas (2,4 horas).
Sólo Italia adelanta a España en el primer caso, con 23,3 horas en siete días, una cantidad alejada de las 11,9 de Francia o las 5,2 de Japón. En el resto de países, la media gira en torno a 12.
Sin embargo, la asistencia a clase nada tiene que ver con el éxito académico. Por muchas horas que pasen sentados en el pupitre, los alumnos españoles acaparan pésimos resultados: su tasa de abandono de los estudios alcanza al 28%, mientras que la media europea se reduce tres puntos. Además, sólo el 26% acaba la carrera en el plazo previsto en los planes de estudio, según informa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Para los expertos, está claro que algo falla. Es la opinión de José Sánchez Campillo, docente de la Universidad de Granada y autor de un informe sobre la empleabilidad de los titulados europeos. Está convencido de que, al existir muchas clases magistrales, el alumno participa «muy poco» en el proceso de enseñanza y aprendizaje. «Un dato alarmante es que las aulas suelen estar muy vacías, incluso cuando los profesores son buenos docentes. Está demostrado que el estudiante aprende mucho más haciendo que escuchando».
La asistencia a clase también está marcada por la titulación. Es más frecuente entre los alumnos de Ingeniería o Medicina, mientras que los de Derecho destacan por estudiar más en casa, seguidos de los de Ciencias de la Salud.
El sistema de aprendizaje eminentemente teórico que impera en España debería tener los días contados si se aplica al pie de la letra el Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES), que supondrá la homologación de los estudios universitarios en 46 países. Su puesta en marcha conllevará cambios en las metodologías docentes, las relaciones entre profesores y alumnos, los recursos... «Todo pasa por una atención más personalizada de las necesidades de aprendizaje del alumnado», apunta Sánchez Campillo.
También apuesta por aumentar el contenido práctico de las asignaturas y convertir a los estudiantes en «actores principales en clase». De esa forma, el experto cree que desarrollarían las competencias que demandan las empresas y el sector público.
De hecho, la necesidad de una formación más práctica centrada en el alumno es una de las prioridades del marco europeo. En este capítulo, España vuelve a ser diferente. Las clases teóricas centran la educación primaria y secundaria, así como la universitaria, al contrario que en el resto de países del entorno.
Los alumnos españoles no sólo son los que más horas de clase tienen sino que la carga teórica se impone sobre las asignaturas prácticas. En una puntuación del 1 al 5, la teoría ocupa un 3,8 de la formación, mientras que en Francia se reduce a un 3, en Italia a un 3,1 y en Holanda a un 3,2. Asimismo, el aprendizaje práctico no supera el 2,9, una de las cifras más bajas de Europa. Francia, por ejemplo, consigue un 3,2, mientras que Holanda un 3,5 y Finlandia un 3,4.
En cuanto al aprendizaje a través de proyectos o la resolución de problemas, España obtiene un 2,6, frente al 3,1 de Reino Unido, el 3 de Noruega y Finlandia y el 2,9 de Holanda. Italia, Francia y Bélgica, se aproximan, en cambio, al 2,5.
Carlos Conde, vicerrector de Ordenación Académica y Planificación Estratégica de la Universidad Politécnica de Madrid, está convencido de que, si este tipo de enseñanza no se modifica, los titulados españoles quedarán rezagados a los últimos puestos europeos en materia de competitividad laboral.
Los alumnos son los primeros en mostrarse insatisfechos con el sistema educativo español que prima la teoría sobre la práctica. De hecho, el poco énfasis que se da a esta última es el punto que más critican los estudiantes nacionales, según el tercer 'Estudio sobre los universitarios españoles' realizado por la Fundación BBVA. El informe pasa revista a la opinión de 3.000 matriculados en los dos últimos años de carrera, tanto de centros públicos como privados.
Los alumnos también critican los métodos pedagógicos, el sistema de exámenes y de evaluación (centrado casi exclusivamente en la memorización de datos), la calidad del equipo técnico y del profesorado y la poca variedad de los cursos ofertados.
Tampoco se muestran conformes con los escasos conocimientos de informática que aprenden en la Universidad, al tiempo que denuncian la escasa experiencia que adquieren y que les podría ayudar después en el mundo laboral. En cambio, sí valoran positivamente el equipamiento de las bibliotecas y el contenido de ciertas materias.
El informe también pone de manifiesto los hábitos de estudio. En la mayoría de los casos, éstos se reducen a la toma de apuntes. O, en su defecto, a pedirlos prestados a sus compañeros para fotocopiarlos. Menos del 40% consulta libros o internet para documentarse.
Lo avala Jesús López Hidalgo, docente de la Universidad de Castilla-La Mancha y autor de un informe sobre cómo estudian los universitarios. Le sorprendió que el 90% sólo usara los apuntes de clase para preparar un examen. O que únicamente la mitad sacara «alguna» vez un libro de la biblioteca.
Pone como ejemplo a seguir su experiencia docente en Estados Unidos, donde recopiló 30 notas de cada alumno, entre exámenes, trabajos y prácticas. «Aquí, los profesores sueltan el rollo en clase y el alumno lo estudia, pero esto debe cambiar».
Los empresarios son los primeros en denunciar la escasa formación práctica de los estudiantes. Llevada al terreno de las estadísticas, el 42,9% la echa en falta, según la Fundación Universidad-Empresa. Su presidente, Arsenio Huergo, anima a los empresarios a participar en los nuevos planes de estudio 'a la europea'. «Necesitamos una formación más práctica para tener titulados competitivos que sepan integrarse rápidamente en el mundo laboral».
Los docentes que apuestan por un cambio de metodología confían en que el EEES solucione buena parte de sus problemas, acercándonos a la mentalidad práctica europea. Para ello, se ha creado una nueva unidad de medida académica (el denominado crédito ECTS), que equivale a entre 25 y 30 horas (el actual sólo a 10). Además, mientras el primero mide únicamente las horas lectivas, el segundo pasa revista también a los trabajos presentados, la preparación de exámenes, la documentación en bibliotecas, internet u otras fuentes autorizadas.
Por Isabel García
http://www.elmundo.es/suplementos/campus/2007/490/1181080803.html
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