Entre las causas más comunes del fracaso escolar se encuentran las siguientes:
1.- Capacidad intelectual: El perfil del desarrollo intelectual del niño puede presentar unos rasgos que expliquen las dificultades académicas. Lo más común resulta que se registren unas insuficiencias en alguna de las dos áreas generales en que se divide la medición de la inteligencia: el área verbal y el área de ejecución manual. La primera incluye, entre otros factores, la comprensión y el uso del lenguaje, así como formas específicas de memoria, juicio social, pensamiento lógico, concentración y pensamiento asociativo. La segunda abarca la coordinación visomotora, la organización perceptual, la habilidad para planear una acción y otros factores.
Para descartar la posibilidad de que existan deficiencias de este tipo, es necesario administrar al niño un test de desarrollo intelectual. Si existe un déficit significativo en alguna de estas áreas, se puede tratar con terapia del habla, con terapia ocupacional o con terapia educativa, según corresponda.
2.- Motivación: Un aprendizaje efectivo requiere una motivación adecuada de parte del que estudia. Aunque se disponga de altos niveles de inteligencia, pueden darse serios problemas de aprovechamiento escolar si el estudiante no se siente apelado por el hecho de aprender. La saludable curiosidad intelectual hace que sea mucho más difícil dejar pasar la oportunidad de aprender algo que invertir en ello la energía necesaria. Lo nuevo que se ha aprendido se convierte en un poderoso refuerzo que provoca volver a repetir el esfuerzo. El aprendizaje en sí mismo deviene la motivación suficiente para aprender más. Aparte de esta realidad, el reconocimiento de las personas significativas que rodean al niño, la aceptación social y el logro de metas a corto plazo actúan como estímulos que invitan a seguir manteniendo el mismo nivel de esfuerzo.
Si falla la motivación, el estudio será una molestia para el niño y los problemas escolares no tardarán en hacerse sentir. Si éste es el caso, corresponde averiguar qué ocasiona el bajo grado de motivación y comenzar a trabajar para aumentarlo. El proceso puede tomar tiempo y en muchos casos no se consiguen cambios satisfactorios sin ayuda profesional.
3.- Técnicas y hábitos de estudio Además de disponer de capacidad para el trabajo intelectual y de una motivación adecuada, el éxito escolar requiere dominar las técnicas de estudio. Hay que aprender a aprender. Puede resultar altamente frustrante intentar seriamente asimilar un material sin saber cómo memorizarlo adecuadamente, o cómo leer un libro si no se saben distinguir las ideas primarias de las secundarias. Una inversión de esfuerzo con un resultado pobre por no saber cómo estudiar ha de desanimar pronto a un estudiante.
Además, es preciso haber convertido el estudio en un hábito. Estudiar es una tarea cotidiana, que requiere una práctica constante. El estudiante ha de saber cómo organizarse día a día para ir cumpliendo metódicamente con todos sus compromisos escolares. Tiene que aprender a mantener un sano balance entre el trabajo y el ocio. Naturalmente, convertir el estudio en un hábito que forma parte de la vida de todos los días requiere una motivación adecuada. Si el estudio no es reconfortante en sí, la formación del hábito es más difícil.
Si se establece que los problemas escolares se deben meramente a un desconocimiento de las técnicas y a la ausencia de un hábito de estudio, la solución está al alcance de la mano. Basta con adiestrarse, ya que las técnicas se aprenden. Se pueden coger cursillos sobre este tema, o bien leer alguno de los manuales que enseñan cómo se estudia.
Por Dr. Fernando García Castaño
1.- Capacidad intelectual: El perfil del desarrollo intelectual del niño puede presentar unos rasgos que expliquen las dificultades académicas. Lo más común resulta que se registren unas insuficiencias en alguna de las dos áreas generales en que se divide la medición de la inteligencia: el área verbal y el área de ejecución manual. La primera incluye, entre otros factores, la comprensión y el uso del lenguaje, así como formas específicas de memoria, juicio social, pensamiento lógico, concentración y pensamiento asociativo. La segunda abarca la coordinación visomotora, la organización perceptual, la habilidad para planear una acción y otros factores.
Para descartar la posibilidad de que existan deficiencias de este tipo, es necesario administrar al niño un test de desarrollo intelectual. Si existe un déficit significativo en alguna de estas áreas, se puede tratar con terapia del habla, con terapia ocupacional o con terapia educativa, según corresponda.
2.- Motivación: Un aprendizaje efectivo requiere una motivación adecuada de parte del que estudia. Aunque se disponga de altos niveles de inteligencia, pueden darse serios problemas de aprovechamiento escolar si el estudiante no se siente apelado por el hecho de aprender. La saludable curiosidad intelectual hace que sea mucho más difícil dejar pasar la oportunidad de aprender algo que invertir en ello la energía necesaria. Lo nuevo que se ha aprendido se convierte en un poderoso refuerzo que provoca volver a repetir el esfuerzo. El aprendizaje en sí mismo deviene la motivación suficiente para aprender más. Aparte de esta realidad, el reconocimiento de las personas significativas que rodean al niño, la aceptación social y el logro de metas a corto plazo actúan como estímulos que invitan a seguir manteniendo el mismo nivel de esfuerzo.
Si falla la motivación, el estudio será una molestia para el niño y los problemas escolares no tardarán en hacerse sentir. Si éste es el caso, corresponde averiguar qué ocasiona el bajo grado de motivación y comenzar a trabajar para aumentarlo. El proceso puede tomar tiempo y en muchos casos no se consiguen cambios satisfactorios sin ayuda profesional.
3.- Técnicas y hábitos de estudio Además de disponer de capacidad para el trabajo intelectual y de una motivación adecuada, el éxito escolar requiere dominar las técnicas de estudio. Hay que aprender a aprender. Puede resultar altamente frustrante intentar seriamente asimilar un material sin saber cómo memorizarlo adecuadamente, o cómo leer un libro si no se saben distinguir las ideas primarias de las secundarias. Una inversión de esfuerzo con un resultado pobre por no saber cómo estudiar ha de desanimar pronto a un estudiante.
Además, es preciso haber convertido el estudio en un hábito. Estudiar es una tarea cotidiana, que requiere una práctica constante. El estudiante ha de saber cómo organizarse día a día para ir cumpliendo metódicamente con todos sus compromisos escolares. Tiene que aprender a mantener un sano balance entre el trabajo y el ocio. Naturalmente, convertir el estudio en un hábito que forma parte de la vida de todos los días requiere una motivación adecuada. Si el estudio no es reconfortante en sí, la formación del hábito es más difícil.
Si se establece que los problemas escolares se deben meramente a un desconocimiento de las técnicas y a la ausencia de un hábito de estudio, la solución está al alcance de la mano. Basta con adiestrarse, ya que las técnicas se aprenden. Se pueden coger cursillos sobre este tema, o bien leer alguno de los manuales que enseñan cómo se estudia.
Por Dr. Fernando García Castaño
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