España supera en seis puntos a la media europea en relación al bajo rendimiento académico de algunos estudiantes. Este problema debe calar hondo en la sociedad para localizar su origen y ponerle remedio. Los expertos recomiendan la creación de programas globales que tengan en cuenta las dimensiones sociales, familiares y educativas de los alumnos. Al tiempo, hacen hincapié en la importancia del trabajo social en el sistema educativo para adecuarse al cambio sufrido en la actual configuración de la población escolar, procedente de diversos países, culturas y situaciones, así como combatir el absentismo en las aulas, una de las principales causas del fracaso escolar.
Reveses escolares y errores sociales
En los últimos años ha surgido un creciente interés y preocupación en la mayoría de los países por el fracaso escolar, un problema determinado por múltiples factores como el contexto social, la familia, el funcionamiento del sistema educativo, la actitud de la Administración, el trabajo de cada profesor y la disposición del propio alumno. Éste es una víctima del derrumbe de una estructura social que produce unos desequilibrios graves, y de un sistema escolar que se muestra incapaz de que el 100% de los jóvenes, no sólo no alcance los objetivos de la educación obligatoria, sino que ni siquiera acuda regularmente a clase. En la actualidad, el empobrecimiento de los resultados escolares es un problema perfectamente localizado, detectado y que tiene un tratamiento específico si se aunan esfuerzos desde los distintos elementos que conforman el sistema social.
Según el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de nuestro país, estudiantes de ESO, obtienen calificaciones negativas. Asimismo, como apunta el último informe de la OCDE, un 25% de los jóvenes no terminan sus estudios básicos de forma favorable. Estos datos, unidos a los que reflejan el elevado nivel de absentismo escolar y de abandono, indican la existencia de un alto grado de fracaso escolar que hace necesaria la acción conjunta de las partes implicadas de la sociedad, dejando atrás la creencia popular de que los alumnos en apuros son «vagos» o «tontos». El hecho de que haya escolares con dificultades para superar con éxito las exigencias del sistema educativo implica no sólo factores estrictamente individuales sino educativos, sociales y culturales.
Por definición
En un acercamiento al concepto en sí, el fracaso escolar, según los expertos, es el hecho de concluir una determinada etapa en la escuela con calificaciones no satisfactorias, lo que se traduce en la no culminación de la enseñanza obligatoria. Las notas, que intentan reflejar el resultado del trabajo del alumno, se convierten así en el dictamen que convierte al estudiante en fracasado. A su vez, el significado de este revés académico se modifica en función de las exigencias de la sociedad, ya que las habilidades y conocimientos que son necesarios hoy para poder incorporarse al mundo laboral son muy superiores a los existentes hace sólo diez años.
Sin embargo, la problemática supera con creces el nivel teórico. La realidad educativa no se puede desligar de su componente humano, ya que en el hecho de planificar la enseñanza se debe tener en cuenta que existen seres humanos diferentes. Y no sólo por sus características personales, sino también por los distintos condicionantes sociales.
No se puede ignorar la estrecha relación que existe entre buenos resultados académicos y procedencia social, principalmente su dependencia con el clima sociocultural imperante en la familia y en el entorno social. Por todo ello, la lucha contra el naufragio en la escuela supone la puesta en marcha de programas globales e integrados que tengan en cuenta las dimensiones sociales, familiares y educativas. Las medidas aisladas o parciales han demostrado ser ineficaces, por lo que se requieren políticas económicas de ayuda y apoyo a los centros que escolarizan alumnos con mayor riesgo de abandono. Los expertos en educación recomiendan un menor número de alumnos por aula, un acceso diferenciado del profesorado y mayores recursos, además de una atención especial a los alumnos que viven en sectores sociales desfavorecidos.
El papel de la Administración
Las instituciones educativas son las que fijan los objetivos de cada ciclo en el sistema de enseñanza, por lo que es necesaria una adecuación real de esos propósitos a cada etapa educativa. Cuando los resultados obtenidos son negativos, la Administración debe analizar las causas que producen el error y corregir las posibles disfunciones estructurales y de contenidos. La limitación de profesores y servicios de apoyo en los centros, el elevado número de colegiales por aula o la falta de formación de los maestros para atender a la diversidad de estudiantes son factores que dificultan enormemente el hecho de enfrentarse con garantías de éxito al fiasco. En esta dirección, debe realizarse una coordinación de esfuerzos entre el Ministerio de Educación y Cultura, las comunidades autónomas y los ayuntamientos para estudiar qué actividades de prevención del fracaso escolar son más eficaces, y paliar los casos ya existentes. Se hace cada vez más necesaria la dedicación de mayores recursos económicos y materiales debido a la dimensión y gravedad del problema.
La distribución de alumnos en centros públicos y privados también es una cuestión que atañe a las administraciones. Esta debe ser equilibrada y proporcional, evitando que los estudiantes problemáticos no sean exclusivos de colegios de capital público.
La escuela, un lugar privilegiado
Como afirma Dolores Fernández, trabajadora social del M.E.C., el colegio es el contexto más idóneo para observar las necesidades de los niños, ya que es el ámbito donde se realiza cada día la acción educativa. Es, por tanto, desde donde hay que paliar el fracaso de los estudiantes atendiendo a su diversidad. La atención personalizada es la premisa fundamental para el buen funcionamiento de la enseñanza. Los departamentos de orientación son aquí una pieza clave que complementa la labor del maestro, ya que cuentan con pedagogos y trabajadores sociales que colaboran con la familia en los casos de alumnos con necesidades educativas especiales.
Es también en los propios colegios desde donde se puede mejorar la calidad del sistema educativo. La escuela y el profesorado pueden contribuir a reducir el abandono escolar. Los proyectos unitarios, las expectativas positivas hacia todos los colegiales, la presentación de los contenidos de enseñanza de forma más atractiva y motivadora, además de la especial atención a los estudiantes afectados por problemas, son algunas de las características específicas de los centros con mayor capacidad de reducir el fracaso.
El profesorado ha de ser el adecuado, con la preparación necesaria y el compromiso de participar en un proyecto común. Es preciso que disminuya el número de colegiales, tanto por aula, como por docente, para poder ofrecer la atención personalizada que requiere la lucha contra el fracaso estudiantil. La labor de los profesores no puede reducirse a la transmisión especializada de saberes, sino al desarrollo de capacidades humanas, lo que requiere un extraordinario esfuerzo de coordinación, diálogo, trabajo en equipo y ayuda mutua. Sin embargo, se puede afirmar que hoy en día los profesores sufren una falta de incentivación y de implicación, sobre todo en los colegios públicos, y esto supone un problema que ha de erradicarse desde el propio gremio y desde la Administración. Los investigadores proponen que, con una periodicidad de 5 ó 6 años, los educadores que lo desearan pudiesen ir progresando grados en una carrera profesional que les atraiga.
Unos pequeños grandes protagonistas
La Educación Secundaria Obligatoria (ESO) implica que todos los alumnos entre 12 y 16 años deben cursarla. Este segmento de edad es crucial en la persona. Es cuando se conforman los rasgos de cada uno y, por tanto, cuando surgen los conflictos más importantes. Según Mª Jesús del Arco, directora del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES), hay que diseñar un sistema cuyos objetivos mínimos sean adecuados para poder ser alcanzados por la gran mayoría, pero que permita llegar a niveles altos que llenen las expectativas de los mejor dotados. Se trata de exigir a la escuela que sea capaz de atender, educar, motivar, entretener, formar, enseñar y sobre todo titular para no frustrar a los adolescentes. También a los que se encuentran socialmente desintegrados, desmotivados o son agresivos incluso con sus propios compañeros. Para atender especialmente a éstos últimos, y al resto de los educandos, la directora del IES destaca la función de los asistentes sociales en los departamentos de orientación, imprescindibles debido a la diversidad de alumnos por aula. De ahí la importancia de la intervención directa de los servicios sociales en los centros.
La escuela no ha de considerar al joven, tampoco a los padres, como clientes de un servicio sino como agentes activos de la educación. De esta manera, el colegial no ha de ser sólo «enseñado» sino también «educado». Un paso adelante en este cambio de mentalidad, como afirma Karen Kovacs, responsable del último informe de la OCDE sobre educación, sería la abolición de la repetición de curso, ya que está comprobado que perpetúa el fracaso del estudiante. En nuestro país está limitada a tres años y la experiencia está siendo positiva.
El proceso educativo debe organizarse de tal manera que el alumno lo perciba como un proceso que tiene una continuidad en los tres ámbitos en que desarrolla su vivencia: familia, escuela y barrio.
El valor del apoyo familiar
El medio familiar en que nace y crece un niño determina unas características económicas y culturales que pueden limitar o favorecer su desarrollo personal y educativo. Para muchos expertos ningún factor es tan significativo para el rendimiento escolar como el clima escolar-familiar. La actitud hacia la educación, la cultura y la escuela que los padres sean capaces de transmitir a sus hijos, ejerce una gran influencia en el proceso de enseñanza.
El número total de vástagos en el hogar y el orden de nacimiento que ocupa cada uno de ellos está relacionado inversamente con el rendimiento escolar, de tal manera que a mayor cantidad de hermanos se da una proporción también mayor de fracasos. Junto a esto, existe una estrecha unión entre el éxito académico y el origen social. Desde la perspectiva del aprendizaje, los niños de clases sociales más elevadas pueden interiorizar pautas y conductas académicas relevantes.
El nivel educativo del padre y de la madre también influyen en la aceptación de la escuela por parte del estudiante. Junto a ello, el ambiente cultural que los progenitores ofrecen a sus hijos ejerce una poderosa influencia en el proceso de desarrollo de la personalidad, la inteligencia y la socialización. La actitud orientadora de los padres en cuanto al trabajo escolar, es otro elemento importante en la formación de valores culturales. Sin caer en una vigilancia abusiva y minuciosa de los trabajos del niño, es necesario una atención sobre sus libros, sus cuadernos y su horario, de tal manera que le ayuden a realizar por sí mismo aquello en lo que encuentra mayores dificultades.
Soluciones basadas en la voluntad común
La solución ante el llamado «fracaso escolar» es complicada, pero posible. Es necesario, de entrada, una mayor presupuesto para la educación por parte de la Administración, de forma que los centros dispongan de los suficientes medios económicos, humanos y materiales para lograr los niveles de calidad deseados, teniendo en cuenta especialmente las escuelas de educación especial y el colectivo de alumnos más desfavorecidos y con más riesgo de abandono. Asimismo, los poderes públicos han de hacer una evaluación continua y seria del sistema para detectar así los problemas más acuciantes e intentar paliarlos.
Junto a esto, se impone una mayor participación de los padres en la actividad educativa. La relación de éstos con los profesores es esencial para el propio desarrollo del alumno con retraso académico. En este aspecto, tienen un importante papel los mencionados departamentos de orientación de los colegios. La figura del psicólogo o pedagogo único debe acompañarse por un equipo de profesionales cualificados, entre ellos un grupo de trabajadores sociales que se dediquen sobre todo a los colegiales más desmotivados y conflictivos. El cuerpo de maestros, en este sentido, ha de estar preparado para impulsar una nueva forma de enseñar, más activa y ligada al entorno y a la realidad, y que sea capaz de desarrollar en todos los niños el deseo de aprender.
El profesorado de apoyo es otro de los asuntos a reforzar, dotando a los centros de un mayor número de docentes para realizar en cada momento las adaptaciones curriculares que precisen los jóvenes. En una situación social en la que el descenso de natalidad comienza a producir una reducción en el número de escolares, las administraciones han de aprovechar esta circunstancia, no para reducir la plantilla de educadores, sino para aumentar los apoyos en las escuelas. Al contar con estas ayudas, los centros podrían atender a la diversidad de alumnos, de manera que los que encuentran mayores problemas de aprendizaje pudieran salir de sus grupos de referancia y ser atendidos en grupos más reducidos durante el período de tiempo necesario para superar las dificultades, transcurrido el cual podrían volver a integrarse en su curso.
El hecho de que todos los institutos de secundaria, también los públicos, puedan acoger la etapa completa, es decir, con la educación primaria, supondría, según los expertos, una unidad de acción que evitaría muchos problemas a los estudiantes de riesgo. A su vez, la distribución equilibrada de la población escolar menos aventajada en colegios públicos y concertados facilitaría la labor docente, reduciendo así los niveles de fracaso. Cuando éste se diera desde la etapa de educación infantil, habría que prestar una especial atención a los alumnos que viven en sectores sociales desfavorecidos.
Estas medidas de prevención y solución del fracaso escolar son fruto de una voluntad común de profesores, padres, estudiantes y administración educativa. El protagonista es el niño en edad escolar, y toda la sociedad en su conjunto debe aunar esfuerzos para poder acabar con un problema que afecta en nuestro país a uno de cada cuatro jóvenes.
Repetir curso perpetúa el fracaso escolar
Los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) optan por abolir esta medida o limitarla, como es el caso de España
El fracaso escolar no es un problema unidimensional sino que está condicionado por múltiples factores, entre ellos el contexto social del alumno y el propio sistema educativo. Así queda reflejado en el último informe de la OCDE «Combatiendo el fracaso en la escuela», un tema que en los últimos años ha despertado un gran interés en la mayoría de los países miembros. La responsable de dicho trabajo, Karen Kovacs, afirma que hay que buscar fórmulas que sustituyan a la repetición de curso, ya que ésta, lejos de solucionar el problema, lo agrava. En la actualidad, los países nórdicos, Gran Bretaña, Irlanda y Grecia la han abolido por completo, y otros como Portugal, Francia y España la han limitado a tres años. En ambos casos la experiencia ha sido positiva.
Kovacs ha participado en las jornadas sobre fracaso escolar organizadas por la Fundación para la Modernización de España y dirigidas por Álvaro Marchesi, ex secretario de Estado de Educación. En las distintas sesiones se ha debatido acerca de las posibles causas y soluciones a los reveses de los alumnos, sobre todo de los que no consiguen superar el ciclo superior de secundaria, esto es, los considerados como «fracasados».
Las conclusiones finales de este encuentro se resumen en la necesidad de crear programas globales que tengan en cuenta las dimensiones sociales, familiares y educativas, así como el importante papel que desempeñan los profesores y los centros, obligados a presentar los contenidos educativos de forma más atractiva y motivadora. Otro aspecto fundamental es la situación social, cultural y familiar del alumno, determinantes en gran medida del riesgo al fracaso, además de las cada vez mayores exigencias de la sociedad para incorporarse al mundo laboral, lo que provoca una acumulación extra de conocimientos y un incremento en la capacidad de asimilarlos por parte de los más jóvenes.
Los expertos instan a las administraciones públicas a paliar el fracaso estudiantil distribuyendo a los alumnos con problemas de forma proporcional en centros privados y públicos, evitando así un desequilibrio desencadenante de nuevos fiascos. Asimismo, se recomienda la presencia de trabajadores sociales en los colegios con el objetivo de ayudar a los estudiantes problemáticos.
En España el nivel de fracaso escolar es de un 26%, algo superior al 20% de media de los países de la OCDE.
La Fundación para la Modernización de España es una institución sin ánimo de lucro cuyo objetivo es impulsar el debate y la reflexión sobre temas importantes para la sociedad y para el desarrollo integral del individuo.
Trabajo social en las aulas
La actual situación educativa, donde se han de dar respuestas a las necesidades de los alumnos, tanto desde la perspectiva de los contenidos de enseñanza como desde la labor de integración del niño en la escuela y en la propia sociedad, hace cada vez más importante la presencia de los departamentos de orientación en los colegios. En este sentido, los trabajadores sociales cumplen una función primordial como integrantes de dichas secciones. El papel del maestro ya no es suficiente a causa de la cada vez mayor proliferación de alumnos con necesidades educativas especiales, y también en las situaciones de absentismo o fracaso escolar. El trabajo social se hace imprescindible así en un área de actuación como es el sistema educativo, lugar privilegiado para detectar y prevenir situaciones de riesgo.
Aunque la Ley General de Educación de 1970 ya recogía el concepto de integración escolar, no sería hasta la década de los 80 cuando los trabajadores sociales se incorporan, de forma directa y significativa, al sistema educativo formando parte de los llamados equipos multiprofesionales, junto con psicólogos, pedagogos médicos y maestros.
En la actualidad, el trabajo social en este campo se desarrolla en los denominados equipos de orientación educativa y psicopedagógica generales, específicos y de atención temprana, en los centros de educación especial y desde hace dos años en los institutos de enseñanza secundaria.
La situación laboral también ha evolucionado hacia la funcionarización de este cuerpo docente, ocupando los trabajadores sociales la plaza de profesores técnicos de formación profesional en la especialidad de servicios a la comunidad. No obstante, aún no existe un cuerpo específico de dichos profesionales.
Dolores Fernández y Pilar Tuero, trabajadoras sociales del Ministerio de Educación y Cultura, comentan que «la incorporación del trabajo social en el ámbito educativo ha ido paralelo a la evolución de la sociedad. Se ha pasado de una concepción restringida, atención educativa a la población escolar con discapacidad, a una más amplia como es la compensación educativa y la atención a la diversidad».
La experiencia demuestra que en la actualidad la escuela no puede cumplir sus objetivos sólo con la presencia de personal docente, y ello debido a que la situación personal del alumno interfiere en su proceso de aprendizaje. Este es uno de los motivos que explica la necesidad de contar con otros perfiles profesionales como los trabajadores sociales.
Dolores Fernández y Pilar Tuero apuntan una serie de razones por las que el trabajo social debe integrarse plenamente en el sistema educativo: en primer lugar, la escuela es el contexto idóneo para observar y detectar las necesidades de los niños; en segundo porque las carencias sociales de un niño quedan patentes en los centros escolares y son fuente de numerosas necesidades educativas, de ahí la importancia de la colaboración maestro-asistente social; seguidamente, y ante el cambio sufrido en la actual configuración de la población escolar procedente de diversos países, culturas y situaciones, el trabajo social se hace necesario para abordar tareas encaminadas a la prevención y atención del absentismo y el fracaso escolar.Por último, y con relación a los padres de alumnos con discapacidades y necesidades educativas especialidades, el papel del trabajador social es de gran importancia para que la familia sea la primera que integre al niño en su seno.
En opinión de estas trabajadoras sociales «todo lo que le pasa a un niño afecta a su rendimiento escolar. El sistema educativo tiene que estar interesado en que los problemas sociales de los niños se resuelvan como medida preventiva de futuros males mayores. Los centros escolares necesitan un recurso social próximo a quien plantear las dificultades sociales de los alumnos».
Por Patricia Giménez
Reveses escolares y errores sociales
En los últimos años ha surgido un creciente interés y preocupación en la mayoría de los países por el fracaso escolar, un problema determinado por múltiples factores como el contexto social, la familia, el funcionamiento del sistema educativo, la actitud de la Administración, el trabajo de cada profesor y la disposición del propio alumno. Éste es una víctima del derrumbe de una estructura social que produce unos desequilibrios graves, y de un sistema escolar que se muestra incapaz de que el 100% de los jóvenes, no sólo no alcance los objetivos de la educación obligatoria, sino que ni siquiera acuda regularmente a clase. En la actualidad, el empobrecimiento de los resultados escolares es un problema perfectamente localizado, detectado y que tiene un tratamiento específico si se aunan esfuerzos desde los distintos elementos que conforman el sistema social.
Según el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de nuestro país, estudiantes de ESO, obtienen calificaciones negativas. Asimismo, como apunta el último informe de la OCDE, un 25% de los jóvenes no terminan sus estudios básicos de forma favorable. Estos datos, unidos a los que reflejan el elevado nivel de absentismo escolar y de abandono, indican la existencia de un alto grado de fracaso escolar que hace necesaria la acción conjunta de las partes implicadas de la sociedad, dejando atrás la creencia popular de que los alumnos en apuros son «vagos» o «tontos». El hecho de que haya escolares con dificultades para superar con éxito las exigencias del sistema educativo implica no sólo factores estrictamente individuales sino educativos, sociales y culturales.
Por definición
En un acercamiento al concepto en sí, el fracaso escolar, según los expertos, es el hecho de concluir una determinada etapa en la escuela con calificaciones no satisfactorias, lo que se traduce en la no culminación de la enseñanza obligatoria. Las notas, que intentan reflejar el resultado del trabajo del alumno, se convierten así en el dictamen que convierte al estudiante en fracasado. A su vez, el significado de este revés académico se modifica en función de las exigencias de la sociedad, ya que las habilidades y conocimientos que son necesarios hoy para poder incorporarse al mundo laboral son muy superiores a los existentes hace sólo diez años.
Sin embargo, la problemática supera con creces el nivel teórico. La realidad educativa no se puede desligar de su componente humano, ya que en el hecho de planificar la enseñanza se debe tener en cuenta que existen seres humanos diferentes. Y no sólo por sus características personales, sino también por los distintos condicionantes sociales.
No se puede ignorar la estrecha relación que existe entre buenos resultados académicos y procedencia social, principalmente su dependencia con el clima sociocultural imperante en la familia y en el entorno social. Por todo ello, la lucha contra el naufragio en la escuela supone la puesta en marcha de programas globales e integrados que tengan en cuenta las dimensiones sociales, familiares y educativas. Las medidas aisladas o parciales han demostrado ser ineficaces, por lo que se requieren políticas económicas de ayuda y apoyo a los centros que escolarizan alumnos con mayor riesgo de abandono. Los expertos en educación recomiendan un menor número de alumnos por aula, un acceso diferenciado del profesorado y mayores recursos, además de una atención especial a los alumnos que viven en sectores sociales desfavorecidos.
El papel de la Administración
Las instituciones educativas son las que fijan los objetivos de cada ciclo en el sistema de enseñanza, por lo que es necesaria una adecuación real de esos propósitos a cada etapa educativa. Cuando los resultados obtenidos son negativos, la Administración debe analizar las causas que producen el error y corregir las posibles disfunciones estructurales y de contenidos. La limitación de profesores y servicios de apoyo en los centros, el elevado número de colegiales por aula o la falta de formación de los maestros para atender a la diversidad de estudiantes son factores que dificultan enormemente el hecho de enfrentarse con garantías de éxito al fiasco. En esta dirección, debe realizarse una coordinación de esfuerzos entre el Ministerio de Educación y Cultura, las comunidades autónomas y los ayuntamientos para estudiar qué actividades de prevención del fracaso escolar son más eficaces, y paliar los casos ya existentes. Se hace cada vez más necesaria la dedicación de mayores recursos económicos y materiales debido a la dimensión y gravedad del problema.
La distribución de alumnos en centros públicos y privados también es una cuestión que atañe a las administraciones. Esta debe ser equilibrada y proporcional, evitando que los estudiantes problemáticos no sean exclusivos de colegios de capital público.
La escuela, un lugar privilegiado
Como afirma Dolores Fernández, trabajadora social del M.E.C., el colegio es el contexto más idóneo para observar las necesidades de los niños, ya que es el ámbito donde se realiza cada día la acción educativa. Es, por tanto, desde donde hay que paliar el fracaso de los estudiantes atendiendo a su diversidad. La atención personalizada es la premisa fundamental para el buen funcionamiento de la enseñanza. Los departamentos de orientación son aquí una pieza clave que complementa la labor del maestro, ya que cuentan con pedagogos y trabajadores sociales que colaboran con la familia en los casos de alumnos con necesidades educativas especiales.
Es también en los propios colegios desde donde se puede mejorar la calidad del sistema educativo. La escuela y el profesorado pueden contribuir a reducir el abandono escolar. Los proyectos unitarios, las expectativas positivas hacia todos los colegiales, la presentación de los contenidos de enseñanza de forma más atractiva y motivadora, además de la especial atención a los estudiantes afectados por problemas, son algunas de las características específicas de los centros con mayor capacidad de reducir el fracaso.
El profesorado ha de ser el adecuado, con la preparación necesaria y el compromiso de participar en un proyecto común. Es preciso que disminuya el número de colegiales, tanto por aula, como por docente, para poder ofrecer la atención personalizada que requiere la lucha contra el fracaso estudiantil. La labor de los profesores no puede reducirse a la transmisión especializada de saberes, sino al desarrollo de capacidades humanas, lo que requiere un extraordinario esfuerzo de coordinación, diálogo, trabajo en equipo y ayuda mutua. Sin embargo, se puede afirmar que hoy en día los profesores sufren una falta de incentivación y de implicación, sobre todo en los colegios públicos, y esto supone un problema que ha de erradicarse desde el propio gremio y desde la Administración. Los investigadores proponen que, con una periodicidad de 5 ó 6 años, los educadores que lo desearan pudiesen ir progresando grados en una carrera profesional que les atraiga.
Unos pequeños grandes protagonistas
La Educación Secundaria Obligatoria (ESO) implica que todos los alumnos entre 12 y 16 años deben cursarla. Este segmento de edad es crucial en la persona. Es cuando se conforman los rasgos de cada uno y, por tanto, cuando surgen los conflictos más importantes. Según Mª Jesús del Arco, directora del Instituto de Enseñanza Secundaria (IES), hay que diseñar un sistema cuyos objetivos mínimos sean adecuados para poder ser alcanzados por la gran mayoría, pero que permita llegar a niveles altos que llenen las expectativas de los mejor dotados. Se trata de exigir a la escuela que sea capaz de atender, educar, motivar, entretener, formar, enseñar y sobre todo titular para no frustrar a los adolescentes. También a los que se encuentran socialmente desintegrados, desmotivados o son agresivos incluso con sus propios compañeros. Para atender especialmente a éstos últimos, y al resto de los educandos, la directora del IES destaca la función de los asistentes sociales en los departamentos de orientación, imprescindibles debido a la diversidad de alumnos por aula. De ahí la importancia de la intervención directa de los servicios sociales en los centros.
La escuela no ha de considerar al joven, tampoco a los padres, como clientes de un servicio sino como agentes activos de la educación. De esta manera, el colegial no ha de ser sólo «enseñado» sino también «educado». Un paso adelante en este cambio de mentalidad, como afirma Karen Kovacs, responsable del último informe de la OCDE sobre educación, sería la abolición de la repetición de curso, ya que está comprobado que perpetúa el fracaso del estudiante. En nuestro país está limitada a tres años y la experiencia está siendo positiva.
El proceso educativo debe organizarse de tal manera que el alumno lo perciba como un proceso que tiene una continuidad en los tres ámbitos en que desarrolla su vivencia: familia, escuela y barrio.
El valor del apoyo familiar
El medio familiar en que nace y crece un niño determina unas características económicas y culturales que pueden limitar o favorecer su desarrollo personal y educativo. Para muchos expertos ningún factor es tan significativo para el rendimiento escolar como el clima escolar-familiar. La actitud hacia la educación, la cultura y la escuela que los padres sean capaces de transmitir a sus hijos, ejerce una gran influencia en el proceso de enseñanza.
El número total de vástagos en el hogar y el orden de nacimiento que ocupa cada uno de ellos está relacionado inversamente con el rendimiento escolar, de tal manera que a mayor cantidad de hermanos se da una proporción también mayor de fracasos. Junto a esto, existe una estrecha unión entre el éxito académico y el origen social. Desde la perspectiva del aprendizaje, los niños de clases sociales más elevadas pueden interiorizar pautas y conductas académicas relevantes.
El nivel educativo del padre y de la madre también influyen en la aceptación de la escuela por parte del estudiante. Junto a ello, el ambiente cultural que los progenitores ofrecen a sus hijos ejerce una poderosa influencia en el proceso de desarrollo de la personalidad, la inteligencia y la socialización. La actitud orientadora de los padres en cuanto al trabajo escolar, es otro elemento importante en la formación de valores culturales. Sin caer en una vigilancia abusiva y minuciosa de los trabajos del niño, es necesario una atención sobre sus libros, sus cuadernos y su horario, de tal manera que le ayuden a realizar por sí mismo aquello en lo que encuentra mayores dificultades.
Soluciones basadas en la voluntad común
La solución ante el llamado «fracaso escolar» es complicada, pero posible. Es necesario, de entrada, una mayor presupuesto para la educación por parte de la Administración, de forma que los centros dispongan de los suficientes medios económicos, humanos y materiales para lograr los niveles de calidad deseados, teniendo en cuenta especialmente las escuelas de educación especial y el colectivo de alumnos más desfavorecidos y con más riesgo de abandono. Asimismo, los poderes públicos han de hacer una evaluación continua y seria del sistema para detectar así los problemas más acuciantes e intentar paliarlos.
Junto a esto, se impone una mayor participación de los padres en la actividad educativa. La relación de éstos con los profesores es esencial para el propio desarrollo del alumno con retraso académico. En este aspecto, tienen un importante papel los mencionados departamentos de orientación de los colegios. La figura del psicólogo o pedagogo único debe acompañarse por un equipo de profesionales cualificados, entre ellos un grupo de trabajadores sociales que se dediquen sobre todo a los colegiales más desmotivados y conflictivos. El cuerpo de maestros, en este sentido, ha de estar preparado para impulsar una nueva forma de enseñar, más activa y ligada al entorno y a la realidad, y que sea capaz de desarrollar en todos los niños el deseo de aprender.
El profesorado de apoyo es otro de los asuntos a reforzar, dotando a los centros de un mayor número de docentes para realizar en cada momento las adaptaciones curriculares que precisen los jóvenes. En una situación social en la que el descenso de natalidad comienza a producir una reducción en el número de escolares, las administraciones han de aprovechar esta circunstancia, no para reducir la plantilla de educadores, sino para aumentar los apoyos en las escuelas. Al contar con estas ayudas, los centros podrían atender a la diversidad de alumnos, de manera que los que encuentran mayores problemas de aprendizaje pudieran salir de sus grupos de referancia y ser atendidos en grupos más reducidos durante el período de tiempo necesario para superar las dificultades, transcurrido el cual podrían volver a integrarse en su curso.
El hecho de que todos los institutos de secundaria, también los públicos, puedan acoger la etapa completa, es decir, con la educación primaria, supondría, según los expertos, una unidad de acción que evitaría muchos problemas a los estudiantes de riesgo. A su vez, la distribución equilibrada de la población escolar menos aventajada en colegios públicos y concertados facilitaría la labor docente, reduciendo así los niveles de fracaso. Cuando éste se diera desde la etapa de educación infantil, habría que prestar una especial atención a los alumnos que viven en sectores sociales desfavorecidos.
Estas medidas de prevención y solución del fracaso escolar son fruto de una voluntad común de profesores, padres, estudiantes y administración educativa. El protagonista es el niño en edad escolar, y toda la sociedad en su conjunto debe aunar esfuerzos para poder acabar con un problema que afecta en nuestro país a uno de cada cuatro jóvenes.
Repetir curso perpetúa el fracaso escolar
Los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) optan por abolir esta medida o limitarla, como es el caso de España
El fracaso escolar no es un problema unidimensional sino que está condicionado por múltiples factores, entre ellos el contexto social del alumno y el propio sistema educativo. Así queda reflejado en el último informe de la OCDE «Combatiendo el fracaso en la escuela», un tema que en los últimos años ha despertado un gran interés en la mayoría de los países miembros. La responsable de dicho trabajo, Karen Kovacs, afirma que hay que buscar fórmulas que sustituyan a la repetición de curso, ya que ésta, lejos de solucionar el problema, lo agrava. En la actualidad, los países nórdicos, Gran Bretaña, Irlanda y Grecia la han abolido por completo, y otros como Portugal, Francia y España la han limitado a tres años. En ambos casos la experiencia ha sido positiva.
Kovacs ha participado en las jornadas sobre fracaso escolar organizadas por la Fundación para la Modernización de España y dirigidas por Álvaro Marchesi, ex secretario de Estado de Educación. En las distintas sesiones se ha debatido acerca de las posibles causas y soluciones a los reveses de los alumnos, sobre todo de los que no consiguen superar el ciclo superior de secundaria, esto es, los considerados como «fracasados».
Las conclusiones finales de este encuentro se resumen en la necesidad de crear programas globales que tengan en cuenta las dimensiones sociales, familiares y educativas, así como el importante papel que desempeñan los profesores y los centros, obligados a presentar los contenidos educativos de forma más atractiva y motivadora. Otro aspecto fundamental es la situación social, cultural y familiar del alumno, determinantes en gran medida del riesgo al fracaso, además de las cada vez mayores exigencias de la sociedad para incorporarse al mundo laboral, lo que provoca una acumulación extra de conocimientos y un incremento en la capacidad de asimilarlos por parte de los más jóvenes.
Los expertos instan a las administraciones públicas a paliar el fracaso estudiantil distribuyendo a los alumnos con problemas de forma proporcional en centros privados y públicos, evitando así un desequilibrio desencadenante de nuevos fiascos. Asimismo, se recomienda la presencia de trabajadores sociales en los colegios con el objetivo de ayudar a los estudiantes problemáticos.
En España el nivel de fracaso escolar es de un 26%, algo superior al 20% de media de los países de la OCDE.
La Fundación para la Modernización de España es una institución sin ánimo de lucro cuyo objetivo es impulsar el debate y la reflexión sobre temas importantes para la sociedad y para el desarrollo integral del individuo.
Trabajo social en las aulas
La actual situación educativa, donde se han de dar respuestas a las necesidades de los alumnos, tanto desde la perspectiva de los contenidos de enseñanza como desde la labor de integración del niño en la escuela y en la propia sociedad, hace cada vez más importante la presencia de los departamentos de orientación en los colegios. En este sentido, los trabajadores sociales cumplen una función primordial como integrantes de dichas secciones. El papel del maestro ya no es suficiente a causa de la cada vez mayor proliferación de alumnos con necesidades educativas especiales, y también en las situaciones de absentismo o fracaso escolar. El trabajo social se hace imprescindible así en un área de actuación como es el sistema educativo, lugar privilegiado para detectar y prevenir situaciones de riesgo.
Aunque la Ley General de Educación de 1970 ya recogía el concepto de integración escolar, no sería hasta la década de los 80 cuando los trabajadores sociales se incorporan, de forma directa y significativa, al sistema educativo formando parte de los llamados equipos multiprofesionales, junto con psicólogos, pedagogos médicos y maestros.
En la actualidad, el trabajo social en este campo se desarrolla en los denominados equipos de orientación educativa y psicopedagógica generales, específicos y de atención temprana, en los centros de educación especial y desde hace dos años en los institutos de enseñanza secundaria.
La situación laboral también ha evolucionado hacia la funcionarización de este cuerpo docente, ocupando los trabajadores sociales la plaza de profesores técnicos de formación profesional en la especialidad de servicios a la comunidad. No obstante, aún no existe un cuerpo específico de dichos profesionales.
Dolores Fernández y Pilar Tuero, trabajadoras sociales del Ministerio de Educación y Cultura, comentan que «la incorporación del trabajo social en el ámbito educativo ha ido paralelo a la evolución de la sociedad. Se ha pasado de una concepción restringida, atención educativa a la población escolar con discapacidad, a una más amplia como es la compensación educativa y la atención a la diversidad».
La experiencia demuestra que en la actualidad la escuela no puede cumplir sus objetivos sólo con la presencia de personal docente, y ello debido a que la situación personal del alumno interfiere en su proceso de aprendizaje. Este es uno de los motivos que explica la necesidad de contar con otros perfiles profesionales como los trabajadores sociales.
Dolores Fernández y Pilar Tuero apuntan una serie de razones por las que el trabajo social debe integrarse plenamente en el sistema educativo: en primer lugar, la escuela es el contexto idóneo para observar y detectar las necesidades de los niños; en segundo porque las carencias sociales de un niño quedan patentes en los centros escolares y son fuente de numerosas necesidades educativas, de ahí la importancia de la colaboración maestro-asistente social; seguidamente, y ante el cambio sufrido en la actual configuración de la población escolar procedente de diversos países, culturas y situaciones, el trabajo social se hace necesario para abordar tareas encaminadas a la prevención y atención del absentismo y el fracaso escolar.Por último, y con relación a los padres de alumnos con discapacidades y necesidades educativas especialidades, el papel del trabajador social es de gran importancia para que la familia sea la primera que integre al niño en su seno.
En opinión de estas trabajadoras sociales «todo lo que le pasa a un niño afecta a su rendimiento escolar. El sistema educativo tiene que estar interesado en que los problemas sociales de los niños se resuelvan como medida preventiva de futuros males mayores. Los centros escolares necesitan un recurso social próximo a quien plantear las dificultades sociales de los alumnos».
Por Patricia Giménez
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