La teoría de Kohlberg establece una estrecha relación entre las etapas del desarrollo intelectual y las del juicio moral; el avance cognitivo del niño es condición necesaria para que progrese su juicio moral, pero no garantiza que esto ocurra (es decir, no es condición suficiente).
Por ejemplo, para que el niño comprenda un principio como el de la justicia distributiva necesita, en primer lugar, poder adoptar las distintas perspectivas de los que participan en la situación y, en segundo lugar, disponer de ciertas habilidades lógicas elementales que le permitan establecer una correspondencia entre necesidades diferentes y distribución diferencial de recursos.
Pero haber desarrollado esas capacidades no conduce automáticamente a comprender la justicia distributiva (o cualquier otro asunto moral de complejidad semejante).
Si el niño no experimenta un conflicto entre sus ideas previas y las exigencias de la situación posiblemente no tome conciencia del problema.
El conflicto puede venir provocado por otra persona que, por ejemplo, demanda una solución diferente y conducir a una contradicción interna entre los propios esquemas de razonamiento del niño.
El conflicto resulta, pues, un motor del progreso social.
Los niveles de juicio moral según la teoría de Kohlberg: de la moral preconvencional a la postconvencional.
A partir de las respuestas de los individuos a los dilemas que en una serie de investigaciones se le presentan, Kohlberg identificó tres niveles cualitativamente diferentes de razonamiento moral estrechamente relacionados con la edad y a los que denominó preconvencional, convencional y postconvencional.
El término "convencional" sirve para destacar las diferencias entre niveles en cuanto al modo en que los individuos consideran las normas, convencionales y expectativas de la sociedad.
Dentro de cada nivel define dos estadios sucesivos, siendo el segundo una forma más avanzada de pensamiento aunque dentro de la misma orientación moral global.
A continuación expondremos las características generales de cada uno de ellos.
Nivel preconvencional. Estadio 1: Orientación heterónoma al castigo y la obediencia. Los valores morales se encuentran en los acontecimientos externos y en la autosatisfacción. Miedo al castigo u obtención de la recompensa son las razones para actuar. Juicio de las acciones a tenor de las consecuencias físicas.
Nivel preconvencional. Estadio 2: Orientación individualista e instrumental. Incomprensión de la función y significado de las normas en la vida social. Actuación en función de los propios intereses.
Nivel convencional. Estadio 3: Moralidad de "buena persona" y concordancia interpersonal. Necesidad de cumplimiento de las normas y convenciones sociales como forma de conservar el bien y el orden social. Empeño en actuar de forma ajustada socialmente.
Nivel convencional. Estadio 4: Orientación hacia el mantenimiento del orden social. Toma en consideración de las expectativas de los otros. Distinción entre el punto de vista social y el acuerdo interpersonal, al que se someten las relaciones.
Nivel postconvencional. Estadio 5: "Contrato social" y derechos del individuo. Principios morales universales como guía de los valores morales. La vinculación con las reglas sociales se fundamenta en la convicción de que facilitan y aseguran la convivencia social.
Nivel postconvencional. Estadio 6: Orientación hacia principios éticos universales. El fundamento de la actuación es la toma en consideración de la persona y su dignidad como un fin en sí mismo. La perspectiva es moral y en ella han de basarse los acuerdos, leyes y reglas sociales.
¿Hay relación entre el nivel de juicio moral y la conducta?
El modelo de Kohlberg predice que el juicio y la acción moral no son aspectos independientes, aunque esto no significa que las personas siempre actúen en consonancia con su pensamiento moral. De hecho, el progreso del juicio moral es condición necesaria pero no suficiente para la acción moral.
Kohlberg se interesó por estudiar la relación entre la conducta y el razonamiento moral de la gente en un conjunto de investigaciones. En una de ellas, comparó el juicio moral de los sujetos con su conducta en situaciones en las que podían engañar o mentir sin riesgo (aparente) de ser descubiertos.
Su objetivo era valorar el grado de coherencia que había entre lo que decían (en la entrevista) y lo que realmente hacían. Sus resultados fueron muy reveladores.
Las personas cuyo juicio moral pertenecía a un nivel preconvencional mintieron o engañaron muy frecuentemente en las situaciones experimentales. Bastante menos lo hicieron aquellos que habían mostrado un nivel de juicio convencional. Y sólo muy pocos de los clasificados en el estadio 5 (postconvencional) engañaron. Este tipo de resultados confirma que, sin haber una relación perfecta entre lo que pensamos o decimos y lo que hacemos, la coherencia es tanto mayor cuanto más elevado es el juicio moral.
En otra serie de investigaciones, esta vez con jóvenes delincuentes, Kohlberg evaluó su nivel de juicio moral teórico (es decir, en relación con el dilema hipotéticos) y práctico (frente a dilemas o conflictos reales con los que se enfrentaban en la cárcel). Pudo observar que el razonamiento de estos jóvenes era bastante primitivo, y en muchos casos no superaba el estadio 2 del nivel preconvencional.
Estos estudios confirman que el pensamiento y acción están lejos de ser aspectos independientes.