jueves, 20 de septiembre de 2007

Debilidades del sistema educativo

La debilidad que sufre desde hace tiempo nuestro sistema educativo queda una vez más de manifiesto en el informe Miradas sobre la educación 2007, elaborado por la OCDE y difundido el pasado martes. Los datos que arroja no son novedad, porque abundan en otros difundidos con anterioridad: índices de fracaso escolar por encima de la media de los países desarrollados y bajo aprovechamiento del creciente esfuerzo presupuestario en educación. Con tener en cuenta el dato de que solo el 64% de la población de entre 25 y 34 años ha finalizado los estudios secundarios --cuando la media de la OCDE es del 80%-- es ya argumento suficiente para afirmar que estamos ante una realidad preocupante con repercusiones en el mercado de trabajo, el progreso de España y las perspectivas de futuro de muchos ciudadanos.

Tal como ya se puso de manifiesto al publicarse el informe PISA (programa internacional para la evaluación de alumnos) correspondiente al 2006, el fracaso escolar puede plantear a la larga graves problemas a nuestro país, la octava economía del mundo, que debe disponer permanentemente para continuar siéndolo y no descender de esa posición, de un yacimiento de cuadros medios bien preparados. Teniendo en cuenta todo esto, no debiera la Administración española contentarse con que asegurar que marchamos "en una dirección de aproximación a los países desarrollados", como ha hecho, habida cuenta de que a escala económica figura entre ellos, pero en términos educativos no lo parece en absoluto: ocupa el puesto 26 en la lista de 29 países de la OCDE, únicamente por delante de Turquía, Portugal y México.

Se trata de una deficiencia estructural a la que la época democrática que vivimos no ha sabido todavía encontrarle solución y en la que coinciden la inclinación desmedida de los sucesivos gobiernos de cambiar los planes de estudio, los programas cargados de materias no siempre justificadas que dejan por el camino a una parte del alumnado, la cultura del mínimo esfuerzo y del desprecio del conocimiento, la disolución de la figura y la autoridad del maestro o la marginación de la formación profesional. En este sentido, sería bueno prestar atención a los debates en estos momentos abiertos en países como Francia y Alemania donde, con muchísimos menos problemas de eficacia de sus sistemas educativos, se discuten, sin embargo, los riesgos que se ciernen sobre ellos a causa de una posmodernidad pedagógica mal entendida.

En nuestro país el gasto en educación ha crecido el 62% en la última década y, en términos estrictamente contables, la Administración debe aspirar a dar una mayor y mejor rentabilidad al esfuerzo de los contribuyentes. Sin olvidar, claro, que sin la complicidad de los padres, las aulas pueden convertirse fácilmente en aparcamientos de niños y adolescentes.

Editorial de El Periódico Extremadura
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion.asp

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