domingo, 16 de septiembre de 2007

Manuel Lozano Leyva “Los descubrimientos transformaron al mono en hombre”

¿Pueden los grandes acontecimientos científicos cambiar nuestra visión del mundo? Manuel Lozano Leyva, director del departamento de Física Atómica, Molecular y Nuclear de la Universidad de Sevilla, representante de España en el Comité Europeo de Física Nuclear y miembro del CERN, ha intentado contestar a esta pregunta en el libro Los hilos de Ariadna (Debate), que publica estos días y en el que destaca la teoría de la evolución de las especies de Darwin.

La ciencia actual se aproxima a un cambio de paradigma. Para Manuel Lozano Leyva (Sevilla, 1949) la Biología Molecular está marcando ya la evolución de la Humanidad durante los primeros pasos del siglo XXI, mientras que en la centuria pasada, en su opinión, fue la Física la que dominó los grandes avances de la investigación. “Estamos en una etapa –matiza Lozano Leyva– en la que tendremos que sacar provecho a muchos fundamentos básicos elaborados hace tiempo; quizá no haya que inventar una nueva relatividad general u otra mecánica cuántica (ojalá se fundan en una sola teoría) sino que es prioritario enseñarlas para extraer de ellas aún más provecho tecnológico”.

–¿Cree que los descubrimientos científicos pueden cambiar al ser humano?
–Lo han cambiado tanto que transformó al mono en hombre. Estoy convencido de que fue una cavernícola la que le dijo a su pareja, de regreso de sus correrías tras los animales, que había descubierto que al chocar dos piedras se producían chispas, y que si no se andaba con ojo, podía meterle fuego a los yerbajos secos. Sin tener ni idea de para qué iba a servir aquello, ambos, por lo menos ella, intuyeron que aquello les iba a cambiar la vida. De ahí a la bomba atómica, el microprocesador y la ingeniería genética, los descubrimientos científicos no han hecho más que cambiar al ser humano y, sobre todo, a la humanidad en su conjunto.

Preguntas fundamentales
–Sí, pero algunos filósofos creen que las preguntas fundamentales siguen sin ser contestadas. ¿Podrá la ciencia hacerlo en el futuro?
–Lo primero que deben formular son cuáles son esas preguntas. Para la pareja prehistórica anterior, una de esas preguntas fundamentales seguro que era por qué llovía. Primero se inventaron al dios de la lluvia y con el tiempo la meteorología y la dinámica de fluidos. Muchos siguen pensando que a lo que no llega ni llegará nunca la ciencia es a cuestiones como la existencia de Dios y su quehacer. La solución a la que se ha llegado es, por parte de los creyentes, decir que ciencia y fe son actividades mentales que no tienen nada que ver. Por parte de los científicos la situación es análoga ya que siguen considerando adecuada la respuesta que le dio Laplace a Napoleón cuando éste, al leer su obra sobre el sistema solar, arguyó que no veía a Dios por ninguna parte: “Sire, en ningún momento necesité tal hipótesis”.

–¿Qué descubrimiento considera que ha contribuido mejor a cambiar nuestra visión del mundo?
–La evolución de las especies por medio de la selección natural de Darwin y Wallace. La demostración irrefutable de tal teoría deshizo la mayor y más relevante parte de la supuesta obra de Dios. Las fluctuaciones cuánticas del vacío, o sea, que puede surgir materia y/o energía de la nada de forma espontánea, hizo innecesaria su existencia.

–¿Cree que la ciencia podrá llegar a explicarnos completamente?
–Jamás. La ciencia responde preguntas generando muchas más, por eso será siempre una actividad inherente al hombre y, esperemos, de tan larga vida como la propia humanidad. Porque esta es otra: la ciencia ha proporcionado también, aparte de felicidad, justicia y bienestar, la manera más eficiente de aniquilarnos como especie.

–En su libro hay mucho de información, pero casi más de reflexión. ¿La ha buscado conscientemente?
–Creo que es más bien lo último. Lo que ocurre, quizá, es que trato por todos los medios de informar, divertir e incluso conmover, y eso exige reflexión. Por otro lado, amar apasionadamente a la ciencia, como me ocurre desde que era adolescente, me hace ser crítico con ella porque eso es inherente e inevitable. Por eso ofrezco reflexiones y críticas a la ciencia en todos mis textos, por eso ni ensalzo ni satanizo a los científicos, sino que trato de mostrar sus facetas más humanas y variadas.

Complejidad y divulgación
–Usted en el libro hace distinción entre simpleza y sencillez. ¿Cree que se acerca al gran público la ciencia de forma adecuada?
–La administración pública y muchos medios de comunicación están mostrando una sensibilidad cada vez mayor hacia la divulgación científica. Cada vez se hace mejor, huyendo de la trivialidad o simpleza y haciéndolo de manera atractiva y sencilla. Incluso los científicos están empezando a valorar tal actividad, lo cual hace mucho tiempo que ocurre en otros países. Pero la ciencia es difícil y entenderla exige esfuerzo, y de eso es de lo que huyen un tanto las generaciones, llamémosle, de la LOGSE. En mis libros, en particular en éste, además de explicar cosas complicadas de manera sencilla y con muchos ejemplos y anécdotas, subo el nivel en bastantes pasajes.

Una actividad competitiva
–En su libro hay descubrimientos de diversos ámbitos. ¿Adolece la ciencia actual de interdisciplinariedad, de haber compartimentos estanco muchas veces insalvables?
–La investigación científica en un mundo tecnológico exige la especialización, la cual es tremendamente fructífera y en absoluto alienante como a veces se especula por ignorancia. Incluso la interdisciplinariedad exige hiperespecialización. Por ejemplo, en los hospitales hay servicios altamente tecnológicos atendidos por especialistas en aspectos muy concretos de la ingeniería, la física y la medicina. Los compartimentos estancos a los que alude existen, pero cada vez son menos insalvables. Pero todo esto se refiere a la investigación que, no se olvide, es una actividad competitiva a nivel internacional. Para divulgar ciencia es necesario ser científico profesional, pero no especialista en todo lo que se quiera explicar al gran público. Creo que he sido muy osado, siendo físico, al escribir de genética, fisiología, geología, etc., pero no demasiado. Al menos, espero que los especialistas en los distintos temas tratados que lo lean no encuentren errores graves.

–Hablando de especialidades, está muy de actualidad el tema del retorno a la energía nuclear. ¿Considera positivo reforzar este tipo de energía en los tiempos actuales?
–Siendo catedrático de física nuclear se puede suponer que estoy a favor de la energía nuclear por deformación, interés, o qué sé yo. Yo, de lo que estoy a favor es de reducir el consumo; de separar de una vez la supuesta curva de la felicidad de la del consumo de energía. Por debajo de ciertos umbrales, sí hay relación entre energía y bienestar, pero el derroche actual es una locura. Puesto que nadie plantea tal reducción, no hay más remedio que acudir a la energía nuclear, la cual tiene muchísimas más ventajas objetivas que el petróleo, el gas, el carbón, etc. No contaminan, el combustible está esparcido por todo el planeta y, si se llega al torio superando al uranio, aún será más abundante y barato. Además, es una tecnología muy segura (lo de Chernobil fue más una consecuencia de la desintegración de la URSS que otra cosa). Si, para colmo de felicidad, se llega a controlar la fusión nuclear, pues tenemos garantizado un futuro espléndido.

–¿Cuál es su opinión sobre los residuos radiactivos?
–Se presentan como el gran inconveniente de la energía nuclear y yo sostengo que es una de sus ventajas, porque no se vierten a ningún lado al permanecer localizados y controlados, lo que no se puede hacer con ningún otro residuo de la industria energética. Se habla de que duran miles de años, y eso es aplicable a las pirámides de Egipto e incluso a la Giralda, que lleva casi mil años sobre un subsuelo fangoso y ahí está en pie. Los residuos radiactivos se incinerarán antes o después, porque las tecnologías que se están poniendo a punto para ello a base de transmutación nuclear no necesitarán ni un siglo para ser operativas.

–¿Es posible “mover” el mundo con energías renovables?
–Tal como lo concebimos hoy día, no. De las llamadas fuentes renovables de energía sólo creo en la hidroeléctrica, la solar y las que estén por desarrollar y descubrir, como el hidrógeno y la fusión. Pero la eólica es una engañifa que lo único que produce de manera estable son subvenciones; la biomasa, el etanol, etc, es más de lo mismo: quemar y quemar. Como ya no se pueden hacer más pantanos y para el hidrógeno y la fusión aún falta tiempo, hay que seguir investigando en el aprovechamiento más eficiente del Sol, pero mientras sería bueno que se construyera un número prudente y razonable de centrales nucleares de fisión.

Esperanza en el CERN
–¿Qué opinión le merece el proyecto LHC del CERN?
–El LHC es una gran máquina que quizá nos confirme algunos modelos y teorías de la física de partículas. También podría dar a la luz cosas muy nuevas o nada, absolutamente nada. Eso es investigación. A mí me haría mucha ilusión que, por ejemplo, se detectara el bosón de Higgs, pero ni eso va a cambiar nada ni explicará otros muchos misterios. El CERN es un laboratorio formidable que por el mero hecho de funcionar perfectamente y alcanzar los objetivos propuestos por los físicos, ya es de gran provecho para Europa y la humanidad. Piénsese que allí se está tratando con la tecnología más puntera que existe en una infinidad de especialidades. Para las empresas que consiguen ganar concursos para dotar al CERN, el provecho es inmenso, y para la sociedad también. A veces incluso de manera espontánea y no proyectada, como ocurrió con la World Wide Web, la mejor aplicación sobre internet usada por todo el mundo, la cual, en un principio, pretendía simplemente poner información científica a disposición de los físicos del CERN.

Javier López Rejas. El Cultural
http://www.elcultural.es/HTML/20070913/Ciencia/Ciencia21211.asp

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