"El socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie" (Engels). Materialismo dialéctico y socialismo científico frente al materialismo contemplativo y al activismo voluntarista.
Nos dice el sociólogo Fernando Mires que los "marxismos" después de Marx tienen el dudoso mérito histórico de haber elevado las ideologías a la categoría de ciencia y, lo que es más grave, de haber rebajado determinadas ciencias (como la historia, o mejor, el materialismo histórico-dialéctico) a la categoría de ideologías. Y no deja de ser una paradoja. Marx, como ningún otro representante de la modernidad, anunció sus teorías como una declaración de guerra a la religión, a las utopías y a las ideologías. Y ninguna "teoría" se ha seguido con tanto fervor religioso, con tanta dedicación utópica y, sobre todo, con tanto delirio ideológico como el "marxismo" (o los "marxismos").
La frase de Carlos Marx "Todo lo que sé es que yo no soy marxista" la reproduce Federico Engels en una carta que dirige a Paul Lafargue fechada el 27 de octubre de 1890. En dicha comunicación Engels exponía las razones que habían llevado a Marx a pronunciarla, la fundamental de ellas era la relativa a que la mayoría de los grupos que ya en vida de Marx se autocalificaban como marxistas, no solían practicar otra cosa más que un mero socialismo vulgar de carácter ideológico; grupos "marxistas" de los que escribía Engels, citando lo que decía Heine de sus imitadores, "sembré dragones y coseché pulgas".
Marx no era un ideólogo, ni un inventor; Marx era un científico, o lo que es lo mismo, un revolucionario y eso exigía del proletariado, así como del partido en el que estos se organizaran. Marx insistió siempre en la necesidad de una concepción científica del proletariado como requisito para que pueda jugar su papel de emancipador de la humanidad (o como enunciara Lenin: "Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria", añadiendo seguidamente también, y según el principio marxista de reciprocidad, que "sin praxis, sin esfuerzo, sin lucha, toda teoría revolucionaria no vale absolutamente para nada"). Marx, abundando en lo dicho, incluso llegó a expresar "la clase obrera no tiene ideales por realizar"; o sea, la meta histórica del proletariado no es en esencia una cuestión ideológica, sino un auténtico cometido científico, esto es, revolucionario, en definitiva práctico.
Para ello es condición imprescindible, como manifestaba Marx en las Tesis sobre Feuerbach, que el proletariado se apropie de la filosofía de la praxis que representa el materialismo dialéctico y, gracias a ella, el proletariado "de ser una fuerza espiritual pasará a ser una fuerza material".
Como se expone certeramente en las obras de Marx y Engels, y en concreto en La Sagrada familia y las Tesis de Feuerbach:
La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach) reside en que sólo capta la realidad, lo sensible, de un modo subjetivo, y no como actividad humana sensorial, no como práctica. De ahí que Feuerbach no comprenda la importancia de la actividad "revolucionaria", de la actividad "crítico-práctica".
El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento -aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico.
La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación no debe de olvidar que las circunstancias las hacen cambiar los hombres y que el educador necesita, a su vez, ser educado.
La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.
Feuerbach no concibe lo sensorial como actividad sensorial-humana práctica.
Toda la vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.
Lo más a que puede llegar el materialismo contemplativo, es decir, el que no concibe lo sensorial como una actividad práctica, es a contemplar a los diversos individuos sueltos y a la sociedad civil.
El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materialismo moderno, la sociedad humana o la humanidad social.
La comprensión del total error por inversión del anterior idealismo alemán llevó necesariamente al materialismo, pero, cosa digna de observarse, no al materialismo meramente metafísico y exclusivamente mecanicista del siglo XVIII. Frente a la simplista recusación ingenuamente revolucionaria de toda la historia anterior, el moderno materialismo ve en la historia el proceso de evolución de la humanidad, descubrir las leyes de cuyo movimiento es su tarea.
Entendiendo que los principios no son el punto de partida de la investigación, sino su resultado final, y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana sino que se abstraen de ellas, no es la naturaleza ni el reino del hombre los que se rigen según los principios, sino que éstos son correctos en la medida en que concuerdan con la naturaleza y con la historia. Esta es la única concepción materialista del asunto.
Las conclusiones que debemos de extraer de lo expuesto son idénticas a las que Lenin llega en su libro ¿Qué hacer? y que, en palabras de Federico Engels, serían las siguientes:
1) "Que la indiferencia por toda teoría, es una de las causas principales de que el movimiento obrero avance tan lentamente".
2) "Que debemos de tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie".
3) "Que la conciencia así lograda y cada vez más lúcida debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y que en ella se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del Partido, así como la de los sindicatos".
4) "Que la lucha se debe de desarrollar en forma metódica en sus tres direcciones concertadas, relacionadas entre sí: teórica, política y económico-práctica (resistencia a los capitalistas). En este ataque concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la fuerza y la invencibilidad del movimiento obrero".
Fdo.: Javier Caso Iglesias.
Nos dice el sociólogo Fernando Mires que los "marxismos" después de Marx tienen el dudoso mérito histórico de haber elevado las ideologías a la categoría de ciencia y, lo que es más grave, de haber rebajado determinadas ciencias (como la historia, o mejor, el materialismo histórico-dialéctico) a la categoría de ideologías. Y no deja de ser una paradoja. Marx, como ningún otro representante de la modernidad, anunció sus teorías como una declaración de guerra a la religión, a las utopías y a las ideologías. Y ninguna "teoría" se ha seguido con tanto fervor religioso, con tanta dedicación utópica y, sobre todo, con tanto delirio ideológico como el "marxismo" (o los "marxismos").
La frase de Carlos Marx "Todo lo que sé es que yo no soy marxista" la reproduce Federico Engels en una carta que dirige a Paul Lafargue fechada el 27 de octubre de 1890. En dicha comunicación Engels exponía las razones que habían llevado a Marx a pronunciarla, la fundamental de ellas era la relativa a que la mayoría de los grupos que ya en vida de Marx se autocalificaban como marxistas, no solían practicar otra cosa más que un mero socialismo vulgar de carácter ideológico; grupos "marxistas" de los que escribía Engels, citando lo que decía Heine de sus imitadores, "sembré dragones y coseché pulgas".
Marx no era un ideólogo, ni un inventor; Marx era un científico, o lo que es lo mismo, un revolucionario y eso exigía del proletariado, así como del partido en el que estos se organizaran. Marx insistió siempre en la necesidad de una concepción científica del proletariado como requisito para que pueda jugar su papel de emancipador de la humanidad (o como enunciara Lenin: "Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria", añadiendo seguidamente también, y según el principio marxista de reciprocidad, que "sin praxis, sin esfuerzo, sin lucha, toda teoría revolucionaria no vale absolutamente para nada"). Marx, abundando en lo dicho, incluso llegó a expresar "la clase obrera no tiene ideales por realizar"; o sea, la meta histórica del proletariado no es en esencia una cuestión ideológica, sino un auténtico cometido científico, esto es, revolucionario, en definitiva práctico.
Para ello es condición imprescindible, como manifestaba Marx en las Tesis sobre Feuerbach, que el proletariado se apropie de la filosofía de la praxis que representa el materialismo dialéctico y, gracias a ella, el proletariado "de ser una fuerza espiritual pasará a ser una fuerza material".
Como se expone certeramente en las obras de Marx y Engels, y en concreto en La Sagrada familia y las Tesis de Feuerbach:
La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de Feuerbach) reside en que sólo capta la realidad, lo sensible, de un modo subjetivo, y no como actividad humana sensorial, no como práctica. De ahí que Feuerbach no comprenda la importancia de la actividad "revolucionaria", de la actividad "crítico-práctica".
El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pensamiento -aislado de la práctica- es un problema puramente escolástico.
La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación no debe de olvidar que las circunstancias las hacen cambiar los hombres y que el educador necesita, a su vez, ser educado.
La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria.
Feuerbach no concibe lo sensorial como actividad sensorial-humana práctica.
Toda la vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta práctica.
Lo más a que puede llegar el materialismo contemplativo, es decir, el que no concibe lo sensorial como una actividad práctica, es a contemplar a los diversos individuos sueltos y a la sociedad civil.
El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materialismo moderno, la sociedad humana o la humanidad social.
La comprensión del total error por inversión del anterior idealismo alemán llevó necesariamente al materialismo, pero, cosa digna de observarse, no al materialismo meramente metafísico y exclusivamente mecanicista del siglo XVIII. Frente a la simplista recusación ingenuamente revolucionaria de toda la historia anterior, el moderno materialismo ve en la historia el proceso de evolución de la humanidad, descubrir las leyes de cuyo movimiento es su tarea.
Entendiendo que los principios no son el punto de partida de la investigación, sino su resultado final, y no se aplican a la naturaleza y a la historia humana sino que se abstraen de ellas, no es la naturaleza ni el reino del hombre los que se rigen según los principios, sino que éstos son correctos en la medida en que concuerdan con la naturaleza y con la historia. Esta es la única concepción materialista del asunto.
Las conclusiones que debemos de extraer de lo expuesto son idénticas a las que Lenin llega en su libro ¿Qué hacer? y que, en palabras de Federico Engels, serían las siguientes:
1) "Que la indiferencia por toda teoría, es una de las causas principales de que el movimiento obrero avance tan lentamente".
2) "Que debemos de tener siempre presente que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es decir, que se le estudie".
3) "Que la conciencia así lograda y cada vez más lúcida debe ser difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y que en ella se debe cimentar cada vez más fuertemente la organización del Partido, así como la de los sindicatos".
4) "Que la lucha se debe de desarrollar en forma metódica en sus tres direcciones concertadas, relacionadas entre sí: teórica, política y económico-práctica (resistencia a los capitalistas). En este ataque concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la fuerza y la invencibilidad del movimiento obrero".
Fdo.: Javier Caso Iglesias.
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